1x01: Graveyards and Ghosts, the usual... {Sam Winchester / Libre}

La pala se hundió nuevamente en la tierra y escuché un sonido cuando chocó contra el ataúd. Por fin. Había estado escavando hacía varios minutos. Parece ser que cada vez entierran los ataúdes a mayor profundidad. La falta de luz no era precisamente una ventaja. Al menos había tenido tiempo para recuperarme del cansancio del viaje, y sobre todo de la pelea de la noche anterior. Ese vampiro me había dado mucho trabajo, sin mencionar que por su culpa ya me habían puesto en la lista negra de uno de los bares de la ciudad.

Con un gemido de esfuerzo levanté la tapa del ataúd en donde se encontraban los huesos de aquel espíritu vengativo que estaba atormentando a la familia que escribió en uno de los foros paranormales que sigo. Los pobres la estaban pasando mal, y ni hablar del niño pequeño: ese niño tendría traumas de por vida.

Trepé a la superficie y miré a los costados, asegurándome que no había ningún guardia o nadie a los alrededores. No sabía cómo era en esta ciudad en particular, pero en la mayoría de los cementerios los guardias nocturnos casi no trabajan, mucho menos si tienen una radio o una mini televisión con ellos. Tomé el saco de sal que llevaba conmigo y lo rasgué, vertiendo sal en todos los restos, asegurándome que no quede ningún hueso sin la misma. Bendije los restos y acto seguido seguí con la gasolina.

-De acuerdo, es hora que dejes de molestar a esa familia.- murmuré mientras prendía un cerillo. Lo tiré al ataúd y éste prendió instantáneamente. Estaba cansado de tanto cavar, así que me senté en el pasto mientras las llamas ardían. Esperé unos minutos y tomé mi teléfono para chequear con esta familia:

-Sí, ¿Se encuentran bien?
-...
-Ajá… Ya veo. Pusieron sal en las puertas y ventanas, ¿Verdad?
-…
-Comprendo. ¿Entonces me dicen que se prendió fuego y desapareció? Bien. El problema está resuelto. Les aseguro que ese fantasma no volverá a molestarlos.
-…
-No tiene que agradecerme por nada. Cuídense.

Corté la comunicación y esbocé una media sonrisa. Se sentía bien el saber que había ayudado a alguien. Me hacía sentir… vivo.  

Las llamas comenzaban a bajar lentamente. En un rato más tendría que volver a ponerme a trabajar para tapar la tumba nuevamente. Me acerqué a mi mochila y agarré la botella de agua. Bebí varios tragos largos y luego tomé la pala, disponiéndome a terminar el trabajo. Me pregunté entonces cuántas personas en ese momento estarían haciendo algo parecido. Posiblemente no muchas. Ser un cazador es un trabajo exótico, sin dudas.

Se podía decir que la noche estaba encantadora para sentarse en el porche de una casa o del motel, con una cerveza en la mano, quién sabe, quizá hasta observando el superbowl, pero no. Me encontraba esquivando lápidas, con un bolso lleno de objetos pesados en mi hombro derecho y una pala oxidada en mi mano izquierda, además, cabía destacar que estaba embarrado hasta las orejas. El fantasma de la familia Williams sí que había sido todo una espinilla en el trasero, bastante violento y frustrado. Tal parecía que el viejo Rubbe había sido un militar que lucho contra los ingleses cuando Estados Unidos quería recuperar su libertad, murió en condiciones favorables, ya que no sólo recibió muchas condecoraciones, sino que su familia se llenó de dinero. La otra noche uno de sus sobrinos se le ocurrió recuperar un diario que había pertenecido al viejo Rubbe, y al abrirlo desató la furia de este fantasma que tal parecía se hallaba dormido en una de las páginas. La historia tenía un cierto parecido a Harry Potter y la cámara secreta.
Mientras Dean luchaba contra el fantasma en la mansión de los Williams, y después de un piedra papel y tijera fallido, quedé yo como el que tenía que realizar el trabajo sucio, literal. Y bien…aquí me encontraba yo, en una hermosa noche estrellada, rodeado de muertos ¡Increíble! ¿Quién no quisiera llevar una vida como la mía?

Caminé mientras iba silbando una canción que sonaba en mi cabeza, creo que la había escuchado en la radio antes de bajarme del coche o ¿En la calle? No lo recordaba con exactitud, pero tampoco iba al caso. Noté que a lo lejos se extendía unas llamas naranjas, así como también humo y un olor a quemado, a algo quemado un aroma que conocía muy bien porque acababa de hacer algo parecido. Fruncí el ceño ¿Dos fantasmas en la misma noche? Esto no podía ser coincidencia, y me sonaba que algo demoníaco tenía, aunque quizá se tratara de algún loco fanático de series de ciencia ficción que se creía cazador. Ya se me estaban ocurriendo ideas demasiado locas.
Me acerqué con sigilo, observando detenidamente el cuerpo se encontraba sentado cerca de la fogata ¿Quién podía considerar que ver quemarse un cuerpo era digno de un buen espectáculo? Escondí todo detrás de una de las lápidas y caminé en dirección al chico –Buenas noches- Me aproximé mucho más a la fogata -¿Noche para hacer una fogata?- Lo miré directamente al rostro, estaba casi seguro de que aquel chico era un cazador, pero lo que realmente me confundía era el hecho de que dos fantasmas pertenecían al mismo cementerio y justo esa noche, era raro –Esto es raro- Murmuré para mí moviendo levemente la cabeza negativamente -¿Has cazado un fantasma?- Le lancé de pronto, no quería dar tantas vueltas al asunto, cuando antes entendiera lo que realmente sucedía allí, mucha más rápido sería la solución.

Me había puesto en descubierto, alguien normal no preguntaría si cazaba fantasmas como hobbie, así que le estaba dando entender que yo también era un cazador –Acabo de quemar un cuerpo, y terminar con un fantasma. Y de seguro que tú has hecho lo mismo- Ahora me decía que solamente estaba haciendo una parrillada y me lanzaba a la tumba solo. Guardé silencio, esperando que aquel me contestara. Mientras la suave briza que había destacado en un primer momento, comenzaba a ser mucho más que un suave viento. Algo realmente extraño estaba sucediendo.

Cuando me senté me percaté que estaba bastante lleno de tierra. Menos mal que esa vez no llevaba ropa de marca. Noté cómo una brisa se hacía presente. Con el tema de abrir la tumba había entrado en calor y no me había percatado antes. Me refregué los ojos antes de disponerme a continuar con mi trabajo. Las llamas ya estaban casi apagadas por completo. El resto se encargaría de extinguirlo la tierra misma.

Fue cuando me dispuse a tomar el primer montículo de tierra con la pala cuando vi que de lo que parecía ser la mismísima nada salía un muchacho completamente cubierto de tierra, casi como yo o más. Quizás estaba más sucio o quizás era porque era... extremadamente alto.  Su tono de voz sonaba… ¿Casual? –Buenas noches- respondí clavando la pala en el pasto y poniendo cara de desentendido. No hacía falta a esas alturas, si este tipo resultaba ser uno de los trabajadores del cementerio, ya estaba hasta las manos.

Me miró a los ojos y continuó con un par de preguntas –Ya sabes lo que dicen, nunca puede hacer suficiente calor. Nada como una cálida fogata en vísperas de verano- respondí con una sonrisa encantadora, pero nervioso. Si iba a tener problemas por lo menos intentaría tomármelo con calma.

Aunque por su siguiente comentario, parecía ser que todas las posibles escenas de mí teniendo problemas con la ley por irrumpir en el cementerio quedarían anuladas. –¿U-un qué?- pregunté algo sorprendido. Ese muchacho no daba rodeos.  Sin más, me comentó que él también había quemado un cuerpo para cazar a un fantasma. Me alivié. ¿Hacía cuánto que no tenía una charla con un colega cazador?

Suspiré ligeramente –En realidad formo parte de un culto en el cual nos da placer sexual quemar cadáveres al azar por diversión. Oh, y también tenemos un club de cocina- respondí con un semblante serio mirándolo a los ojos por unos segundos. Seguro su expresión no tendría precio. No pude mantener la broma mucho más tiempo y me largué a reír –Estoy bromeando, hombre. Lo siento, hace mucho que no me encontraba con otro cazador.- dije pasándome la mano por mis cabellos –Soy Sebastian. Un gusto- extendí mi mano para estrecharle la suya.

-Así que… ¿Dos fantasmas en una noche, en el mismo cementerio? No pasa todos los días.- Para ese momento ya me había enfriado de todo el ejercicio con la pala, y mi piel se tornó de gallina súbitamente al sentir que la brisa que nos envolvía comenzaba a transformarse en un viento claramente más fuerte y frío. Fruncí el ceño y miré alrededor. Algo me estaba alarmando los sentidos. –Algo me dice que no es una coincidencia- agregué volviendo mi mirada al joven alto.

Dejé pasar sus palabras de desconcierto, porque no sentía demasiados deseos de jugar a las adivinanzas. En aquel sitio estaba sucediendo algo realmente extraño y lo mejor era no perder demasiado tiempo. Me quedé contemplándolo por un segundo ¿De qué diablos me estaba hablando este chico? Fruncí el ceño mientras escuchaba su perorata, en otra ocasión lo hubiera mirado extrañado y hasta quizá me hubiera reído de aquella extraña adoración que poseía su culto por cosas tan raras, sabiendo que era mentira lo que me estaba diciendo. No le quité los ojos de encima -¿Un club de qué?- La conversación con el muchacho era extraña y ahora si me había puesto dubitativo ¿Era realmente un cazador? Si, de otra forma no me encontraría aquí en medio de un terrible hoyo, donde emanaba un olor nauseabundo de carne, huesos y otras cosas. Nunca en toda mi vida como cazador me había cruzado con un tipo como aquel ¿Cómo decir? ¿Extraño? De igual manera, ningún cazador era del todo muy normal que se pueda decir, pero tenía una cierta pizca de bromista -¿Hace mucho que te dedicas a eso?- Pregunte aun con el ceño fruncido, no me consideraba un hombre divertido para nada, para eso estaba Dean, pero quizá el muchacho era nuevo en el oficio y se tomaba en broma todo o en serio se encontraba en una religión un poco peligrosa –Antes de que nos maten, un consejo. Sal de inmediato de aquel grupo de cocina, no te está haciendo muy bien- Alcé ambas cejas y le dedique una media sonrisa.

Recibí su mano entre las mías estrechándolas –Soy Sam- Le dije sin dar demasiadas vueltas, si bien no iba a decir mi nombre completo, un simple Sam no le iba a hacer mal a nadie –De seguro que los otros cazadores no te dirán a la primera instancia a que se dedican. Tuve que hacerlo por el extraño encuentro- Comenté dejando que las palabras se las llevara por un momento el viento y haciendo una leve pausa, quería escuchar si todavía seguía alguien allí –No escuche a nadie cuando entre al cementerio ¿Tu?- Le pregunte mientras dirigía mi mirada hacia la salida, nos quedaba un poco lejos desde nuestra distancia, si algo malo comenzaba a ponerse mucho peor, podíamos correr lo más rápido posible. El viento era lo que me hacía dudar, no era normal -¿Te has topado con algún demonio por estos días?- Pregunte confundido y sin pensarlo dos veces, y viendo que estábamos muy expuestos, deje mi bolso, mi pala y algunas otras porquerías más, comenzando así a colocar sal a nuestro alrededor hasta formar un círculo casi perfecto –Creo que podremos estar más seguros, al menos hasta que descubramos…- Y se me comieron las palabras unos gruñidos –Perros del infierno- Murmuré para mí, esto no se encontraba bien ¿Por qué estaban los perros en aquel cementerio? Mire rápidamente a Sebastian, no, era casi imposible que él pudiera hacer un pacto con un demonio ¡Vamos! al chico no lo conocía en lo absoluto, pero de algo estaba seguro, no creo que haya sido él. Me agaché para fijarme si se me había ocurrido traer al menos una escopeta con sal, no les haría demasiado pero al menos nos daría tiempo a escapar como era lo que realmente quería. –Diablos- Blasfemé ¿Por qué a veces era tan idiota? Y se me vino a la mente la voz de mi hermano –Dime que tienes una escopeta con balas de sal. No les hará nada, es evidente pero al menos podremos entretenerlos un buen rato hasta que podamos escapar de esta- Si él no tenía una, realmente tenía que cambiar de táctica ¿Cuál?

Sentí que el viento poco a poco comenzaba a ser mucho más intenso y poderoso, eso lograría borrar la única protección en el cual estábamos parados –Tendremos que apurarnos, al menos intentar llegar a la salida sin morir en el intento- E iba a ser un milagro si alguna de esas bestias no nos mordían los tobillos. Los perros del infierno eran lo peor de todas las criaturas sobrenaturales, por mi caso, yo los odiaba –Creo que vamos a tener que correr- Le dije dándole una rápida mirada, al menos tenía agua bendita… -Mierda- Murmuré mientras negaba con la cabeza ¿Alguna cosa más? Pregunte mientras dirigía mi mirada hacia arriba. Después de esto, si salía con vida me iría a dormir.

Ante mi intento de parecer casual –como si tal cosa fuera posible en un cementerio y en esas circunstancias- ese muchacho simplemente pareció hacer caso omiso. Como lo supuse, el mismo me miró extrañado al principio cuando empecé a enunciar mi broma, pero lejos de tomárselo con broma más bien permaneció con el ceño fruncido. Quizás había tenido una noche complicada, no podía culparlo. Sin embargo, me respondió con cierto aire de complicidad y una mueca en su rostro. Al menos no se había creído que lo que dije era verdad. –Sí, de hecho dejé el club hace unos días. La cocina no es mi fuerte- respondí encogiéndome de hombros, y dando por terminado el asunto de la broma.

Estrechó mi mano y me dio a conocer que se llamaba Sam. Le sonreí. –Comprendo. Cualquier otra persona que puedas encontrar por aquí haciendo esto posiblemente sea un psicópata o un fanático de series televisivas- ironicé. El viento nos interrumpió y miré a Sam cuando me preguntó si había visto a alguien más –No, el “guardia de seguridad”- dije haciendo comillas con mis dedos –Estaba viendo televisión en la entrada y posiblemente ahora está dormido- Lo vi luego comenzar a hacer un círculo de sal a nuestro alrededor y no dudé en ayudarlo con las sobras del saco que había utilizado anteriormente.

Sam comenzó a hablar cuando de repente fue interrumpido por un… ¿Gruñido? Sam murmuró algo y hubiera deseado que estuviera equivocado –¿P-perros del infierno?- titubeé –Joder. No… joder…- dije por lo bajo para mí mismo. La última vez que había luchado contra perros del infierno fue cuando… esa persona había muerto… no podía dejarme entrar en pánico. No. No de nuevo. Tenía que ser fuerte. Tomé una pistola de mi bolso. No tenía más que las balas normales y algunas de plata y en ese momento me maldije por no haber preparado balas con sal. ¡Maldito ingenuo!

-Okay… Okay… tenenos que… pensar un plan…- dije con la voz algo agitada. Mi colega cazador no podría haberlo dicho mejor: Huir.

Joder, odiaba a esas criaturas. La única vez que tuve un encuentro con ellas salí vivo de casualidad y esa persona que tanto quería… pereció a sus garras. Tenía que controlarme. Ésta vez tenía que sobrepasar mis miedos y lucharlas, o al menos hacer lo posible para escapar sin que me dañen, y proteger a Sam también. –Mierda, mierda, mierda- murmuré agitándome un poco más –De acuerdo, entonces… hay que correr…-

Miré a Sam, y luego al círculo de sal que poco a poco desaparecía a nuestro alrededor. –No estamos tan lejos… creo… Prepárate Sam- me colgué el bolso de un hombro y saqué una botella de agua bendita de uno de los bolsillos. La destapé -¡Vamos!- dije mientras tiraba agua bendita al mismísimo aire esperando que le pegara a una de esas criaturas.

Escuché unos gemidos que me confirmaron que habían recibido el impacto. En ese momento la línea de sal se terminaba de disolver. Fue allí cuando me lancé a correr despavorido, con mi pistola en una mano y la botella de agua bendita en otra, lanzando la misma a chorros mientras corría. A la vez trataba de chequear el terreno asegurándome que Sam me seguía el paso. –¡Los odio bichos de mierda!- grité con furia mientras corría.

Luego de un tramo pude divisar la salida, y mi auto estacionado en la entrada del lugar. Faltaba poco. Faltaba…

De repente, sentí un dolor agudo en mi pierna. ¡Me atacó una de esas mierdas! Solté un grito al sentir su mandíbula enterrándose en la carne de mi pierna. -¡Sam!- grité, mientras con mi pistola disparé dos balazos hacia el lugar en donde suponía la criatura se encontraba. Estaba entrando en pánico.

Dudaba mucho que el guardia de seguridad estuviera durmiendo plácidamente, sino se encontraba poseído, lo más probable fuera que ahora estuviera muerto. No era para nada bueno que esto estuviera sucediendo precisamente en aquellos momentos, tal parecía que mi vida estaba atada a los seres del infierno ¿Por qué? Era una pregunta tan sencilla y difícil de contestar. De seguro que tenía un imán para aquellas criaturas, porque a pesar de que me hacía el tonto con Dean, yo sabía que dentro de mi cuerpo corría sangre demoníaca. Todavía no le había hallado la trama a todo el asunto pero cada vez que algo en mi interior cambiaba me preocupaba –Quizá el guardia de seguridad ya no esté con nosotros- Puntualicé mientras continuaba con mi trabajo.
Si se trataba de perros del infierno esto se iba a poner horrible, lo más extraño de todo el asunto era ¿Por qué se encontraban allí esa noche? Si mal no recordaba ellos solamente se hacían presente cuando alguien que vendió su alma, diez años atrás, era llevado a un destino cruel y espantoso, uno que ni siquiera cazadores como nosotros podíamos detener, así eran los pactos -¿Tienes algún pacto con algún amigo?- Lo miré ceñudo, no consideraba que el chico fuera tan estúpido, parecía bastante rápido y por lo poco, mejor dicho escasa charla, no parecía de aquel cazador que vendiera su alma a tan poca cosa –Creo que tenemos, algún enemigo en común- Sonreí, era lo único que podía hacer en aquellos momentos. Estábamos bien jodidos.

Nunca en toda mi carrera como cazador, había escuchado a un cólega maldecir tantas veces seguidas, quizá a Bobby. Deje que mis pensamientos permanecieran allí –No queda más opción, a menos que quieras tenerlos como mascota, no te conviene- No era buen momento para hacer bromas, pero ¡Vamos! Algo de Dean tenía que sacar ¿No? Aunque no funcionaba tan bien como a él. Me fijé tan sólo unos pocos segundos, se encontraba muy nervioso y eso no me estaba gustando nada –Oye ¿Te sientes bien?- Pregunte realmente preocupado, pero no podíamos detenernos a solucionar problemas, debíamos actuar lo más deprisa que pudiéramos, cuanto más tiempo pasara, el perro se acercaría y sí que estaríamos bien muertos. El círculo de sal ya era más que algo casi imperceptible y sin más, también tomando mi botella de agua bendita, lo poco que quedaba de ella, empecé a dispersarlo por todo el aire, hasta que la lancé, ya no quedaba nada –Vamos, vamos- Corría como un poseso, nada me parecía más aterrador que estar debajo de las garras de aquellos animalitos invisibles. Más me sorprendió que además de ser bastante delgado, Sebastian corría mucho más rápido, no sólo para salvar su trasero, sino porque realmente lo notaba asustado.

Los sentía realmente cerca, parecía como si estuvieran soplándonos la nuca y tal parecía que así lo era. Escuché que mi nombre era arrebatado de unos labios llenos de miedo. Giré, sin dejar de trotar, hasta encontrarme con Sebastian tumbado en el suelo, mientras una figura invisible le desgarraba el pantalón –Maldición- Murmuré enfadado, más bien conmigo mismo, tenía que salvarlo. Rebusqué entre mis ropas hasta dar con mi arma, en aquellos momentos cualquier cosa era válida. Disparé una y otra y otra vez hasta que escuché un leve aullido de dolor, le había dado pero estaba casi seguro que esa herida no lo asesinaría, sospechaba que hasta la enfurecí. Me acerqué corriendo y lo tomé por las axilas para levantarlo –Sé que es doloroso, pero tienes que aguantar. No creo que le haya caído del todo bien el balazo en alguna parte de su cuerpo- Y estaba claro que no, porque nuevamente escuché un gruñido –Tenemos que correr- Por más que tuviera que llevarlo a rastras lo iba a sacar de allí ¿Cómo? Diablos, en estos momentos quería desaparecer. Lo tomé por un brazo y luego por la pierna sana y comencé a correr, como si el cazador que ahora descansaba sobre mis hombros, fuera un pedazo de carne –Ya llegamos amigo- Le dije corriendo frenéticamente, era una situación bastante incómoda, para mí y para él. Los perros seguían atrás, no sabía cuánto lejos estaban, ni siquiera me iba a girar.

Las verjas del cementerio se encontraban allí, tan cerca…Estiré el brazo, las abrí y una vez con nuestros traseros fuera de peligro cerré las rejas con furia. Noté que varios animales chocaban contra esta. No me encontraba muy seguro de cuánto tiempo podían durar esas cosas encerradas –Mejor nos vamos- Y sin más lo lleve hasta mi coche. Lo bajé, quizá sin tener ningún cuidado –Tienes que hacer verte esa pierna- Le comenté mientras señalaba la pierna herida. Me acerqué a la guantera, y de allí saque algunas vendas y algo con que pudiera curárselo mientras tanto –Yo creo que viviendo todo este desastre, nos merecemos unas buenas y bien frías cervezas ¿Qué me dices colega?- A Dean lo asesinaría después de que terminará todo este embrollo –Invito yo- Me subí al coche, esperando a que este me siguiera.

Antes de ir al cementerio, recordaba que por allí cerca se encontraba un bar, pero ¿Qué mejor tomar algo sin estar tan cerca del cementerio? Había sido muy extraño el encuentro con los perros y en mi fuero interno me decía que aquel chico tenía que ver con toda la situación o que por lo menos alguna duda me aclararía. Estacioné en un sitio donde las mesas también se encontraban afuera, mejor era que no nos vieran dentro por el temita de su pierna –Nos quedaremos afuera- No era una pregunta, sino más bien una orden…Había sonado como a mi propio padre.
Me senté en una de las mesas, cuanto más rodeado de gente mucho mejor, quizá aquellas personas una seria un demonio, estaba seguro, pero al menos no habría perros.

Sam sugirió que posiblemente el guardia de seguridad estaba muerto. Era lo más probable, si los perros pasaron por su guarida seguramente en ese momento el guardia ya estaba hecho picadillo. Sin embargo no me di tiempo a pensar en posibles escenarios de muerte, mis nervios estaban en aumento y en lo único que pensaba desde que oí aquellos gruñidos era en salir lo más rápido posible de ese lugar. Asentí ligeramente ante su sugestión mientras lo ayudaba con el círculo de sal, que sólo nos daría unos segundos de ventaja.

-¿P-pacto? No. No. Yo no...- fue lo único que alcancé a decir mientras en ese momento se me venía a la cabeza la cara de Joseph, su última explicación, sus últimas palabras… Quería recuperar la gracia con la cual me presenté ante mi colega, realmente quería mantener la calma pero se me estaba haciendo muy difícil. Sólo tragué saliva cuando mencionó que quizás tendríamos un enemigo en común. Todos los demonios son nuestros enemigos al fin y al cabo ¿O no?

-No creo que esas cosas sean domesticables- murmuré a modo de respuesta. Mis nervios ya eran evidentes, tanto que Sam me estaba preguntando si me sentía bien. No tuve tiempo de responderle ya que al momento en que me hizo la pregunta el círculo se disolvió y nos encontrábamos corriendo. Corrí como alma que llevaba el diablo con un único destino fijo: mi auto. Pero no llegaría. El dolor punzante se hizo presente en mi pierna y caí al suelo. Comencé a pegar patadas como podía, inclusive con mi pierna ahora lastimada. La adrenalina no me permitía más que enfocarme en mi instinto de supervivencia.

Me impulsé como pude mientras Sam me asistía y comenzaba a cargarme. No podía responderle. Quería decirle que estaba bien, que la herida no era tan profunda, pero no podía hablar. En ese momento vi todo suceder en cámara lenta: el correr hacia la salida, el llegar y ayudar a Sam a cerrar las verjas y luego seguirlo hasta su auto.

Me senté en la acera mientras mi colega buscaba algo en la guantera, y luego lo vi llegar con vendas. Las tomé y me cubrí bien la herida. No quería hacer que él se tuviera que manchar con sangre por mi culpa. Ya bastante estúpido me sentía. –G-gracias… Sam…- rompí mi silencio por fin. El cazador me invitó unas cervezas y me pareció una excelente idea –Mataría por una cerveza- sonreí de costado con ironía.

Me subí al auto y cerré la puerta con cuidado. –No conozco muchos bares por aquí. En el único que fui había un vampiro al cual muy oportunamente se le ocurrió pelear dentro del lugar. Ahora me tienen en la lista negra- le comenté mientras manejaba. – Oye… siento haberme portado como un idiota. Gracias por salvarme… si no hubieras aparecido quizás ahora estaría muerto…- agregué con un tono de sinceridad.

Llegamos a un bar que tenía mesas afuera. Seguí a Sam quien decía que nos quedaríamos afuera. Asentí sin acotar nada al respecto. En esas condiciones prefería el aire fresco al encierro y el andar rodeado de gente. Pedimos unas cervezas y luego que las trajeron tomé casi la mitad de la botella de un solo trago. La apoyé en la mesa y saqué del bolsillo de mi chaqueta un paquete de cigarrillos. -¿Quieres?- le ofrecí. Prendí uno para mí y tomé una larga ceca. Suspiré un momento y volví a romper el silencio.

-Joseph era su nombre. Uhm... la razón por la que quizás estos perros me buscan...- miré a Sam, quien se merecía una explicación. O al menos una teoría. Quizás esos perros estaban ahí por mí… -Lo conocí hace tres años cuando empecé a viajar. Le ayudé a exorcizar un demonio que lo estaba poseyendo y me quedé con él unos días para asegurarme que se encontrara bien. Pero… pasaron cosas, ¿Sabes? Quiero decir, pasamos tiempo juntos, salimos un par de veces y luego, creo que nos enamoramos.- Sacudí la cabeza, el cazador en frente de mí no quería escuchar detalles, seguramente –Me quedé viviendo con él. Nunca le dije a lo que me dedicaba sino que más bien le di a entender que era un aficionado que tuvo suerte cuando exorcicé al demonio. Sin embargo… eventualmente Joseph descubrió mis notas.-

Tomé unos tragos más de cerveza –Quería ser como yo, “Un héroe” según me dijo antes de morir. Y sin consultarme, hizo un pacto.- dije mirando a Sam a los ojos, dándole una respuesta certera ya –Pero nunca me dijo nada. Muchos demonios trabajan sucio y el que pactó con Joseph era de esos. Él pidió “Ser invencible” pero nunca se enteró que moriría diez años después. ¿Por qué murió en menos de tres meses? Porque él comenzó a cazar conmigo. Me parecía raro lo fuerte que era pero como no lo conocía lo suficientemente bien creí que era parte de él ¿Sabes? Fue un error. Cuando los demonios se dieron cuenta que Joseph estaba matando a los suyos, se enfurecieron. Y allí fue cuando mandaron a los perros del infierno. – bajé la mirada, apretando mi puño con fuerza.

-Los vi destrozar a Joseph sin poder hacer nada al respecto…- tragué saliva mientras comenzaba a sentir que mis ojos se aguaban –Los hijos de puta casi me matan a mí también, pero luego que se deshicieron de Joseph desaparecieron dejándome casi inmovilizado…- concluí mi historia.

-Lo siento si te he aburrido pero… quizás estos perros, o los demonios que los controlan quieren vengarse porque… al fin y al cabo fue por mí que Joseph hizo el pacto. ¿Crees que eso sea posible?- y luego, me callé. Unas lágrimas se habían deslizado por mi rostro, que limpié rápidamente con la manga de mi chaqueta. Aún luego de tres años me dolía recordad ese momento. El estar tirado en el suelo, malherido y sin poder hacer nada más que gritar su nombre mientras los desmembraban frente a mis ojos. Tenía un nudo en la garganta. Tomé un trago más, me aclaré la garganta y terminé mi cigarrillo, esperando por una respuesta de parte de Sam.

¿Era mi imaginación o el chico hablaba mucho? De todas maneras me proponía a poner la llave en el contacto y marcharme de la zona lo más rápido posible, cuanto más lejos nos encontráramos de aquel lugar para mí era una suerte, podía ser el China, Colorado o a la vuelta de la esquina. Lo que me quedaba en la cabeza rondando era el mero hecho de que esas cosas estuviera precisamente allí. Escuché que él había tenido un altercado con un vampiro o ¿Eran varios? –Cuando uno es cazador lo más probable sea que no le caigas bien a ningún ser sobrenatural, nosotros los odiamos y es mutuo- Comenté mientras giraba para tomar la primera curva que encontraba. No me encontraba del todo seguro si aquellos perros nos encontraría en cualquier parte donde estuviéramos, aunque tampoco me quedaba muy en claro si aquellos habían estado allí por pura casualidad o porque alguien se estaba empeñando en matarnos. Fruncí el ceño –No escuché tu respuesta. ¿Fuiste tú el que hizo el pacto?- Lo miré de soslayo, no recordaba si me había respondido en el momento que le pregunte, a decir verdad uno no estaba tan preocupado por la respuesta, sino de escapar de allí lo más rápido posible –Conozco a muchos cazadores que lo hacen- Y no me sorprendía, yo mismo lo hubiera hecho si mi hermano estuviera en problemas, aunque quizá antes de meterme con seres que luego tendría que asesinar, buscaría una solución un poco más viable para salvarlo, si no tenía más opción, entonces optaría por esa opción, esperaba que nunca tuviera que usarla.

Hice un ademán con la mano –No tienes nada que agradecerme, se supone que también hubieras hecho lo mismo- No había que confiar en absolutamente nadie, era la regla de oro de mi padre, pero siempre existía alguien a quién se le podía brindar un poco de ayuda, quizá en un futuro me serviría tener como aliado otro cazador que no detestara mi apellido.
Una vez en el bar noté que con un solo sorbo se tomaba casi la mitad de la botella, yo simplemente le di un pequeño trago y me quedé mirando como encendía un cigarro, tal parecía que lo había pasado bastante mal –Mal día eh?- Comenté como quién quería la cosa, mis días eran así desde que me levantaba, si existía alguno que se podía llamar optimo era un milagro. Sebastian comenzó a hablar, mientras yo me llevaba la cerveza a la boca. Abrí bien en grande los ojos, era realmente una sorpresa que alguien al cual no conocía y que evidentemente no me conocía a mí tampoco se pudiera abrir de esa manera con un completo desconocido, sinceramente admiraba a esas personas que le saltaran las palabras tan fácilmente, a veces era tan difícil poder confiar en alguien. Era la primera vez que me quedaba sin poder darle una palabra de aliento, era como si se me hubieran acabado algunas que contuvieran cierto consuelo ¿Qué podía decirle yo que todos mis seres queridos habían muerto? Era más que nada una maldición llevar mi apellido. Tomé otro trago de cerveza y escuché con atención, esperaría a que Sebastian termine el relato y trataría de encontrar las palabras adecuadas para no hacerlo sentir tan mal después de que se animara a contarme su historia personal.

La historia concluyó, como era de esperarse de una sospecha ante un demonio que quizá podía llegar a estar furioso con mi colega y de un amor fallido que terminó en tragedia –Ser cazador es una porquería- Concluí mientras dejaba la botella a un lado, mientras largaba un suspiro que había contenido durante la charla –No creo que sea el demonio que esté detrás de ti, ¿Tienes idea de con quién ha hecho el pacto? De esa manera va a ser más sencillo investigar un poco más. Lo bueno es que no has actuado bajo impulso, al menos no lo vi en el cementerio- Cada vez que me cruzó con el demonio de ojos amarillos y me viene a la mente como asesino a Jessica, me invade una rabia terrible, queriendo dañarlo a tal costo de hacerme sentir bien conmigo mismo. Muchos años atrás, mi único objetivo era la venganza y todavía soy promovido por ese sentimiento, aunque lo estoy manejando bastante bien –Supongo que más que nada fue pura casualidad o alguien está jugando contigo- Los perros para mí no significaban nada más que maldad pura, a ningún cazador le gustaba cruzarse con esas criaturas espantosas, pero para Sebastian ellos si tenían un sentido, estaban jugando con su cabeza –Para ellos, tu eres vulnerable ante la aparición de aquellas criaturas y los demonios lo saben- ¿Qué mejor situación que encontrar a uno de los cazadores que quizá este en el top ten para hacerle pasar una velada terrible? Cada vez que podían se empeñaban en hacerme acordar mis peores momentos –Yo te daré una mano para brindarte algo de información- Asentí con la cabeza, si alguien se me presentará, como ahora mismo y me diría tengo información importante de Jess, la tomaría sin dudar, era así como los demonios lograban envolverme en sus mentiras y yo cayendo como un idiota –Existen varios bares donde uno puede sacar información. Existe uno que se llama el Road House donde te pueden ayudar a recolectar cierta información acerca del demonio, tienes que tener alguna idea de quién pudo llevar el pacto- Si me decía que se trataba del demonio de ojos amarillos, ahí mismo me levantaba y me iba, porque en ese caso no había nada que se pudiera hacer más que esperar a que mi hermano y yo pudiéramos recuperar la maldita Colt.

El viento volvía a correr de manera calma luego de alejarnos del cementerio. Me tranquilizaba saber que estábamos lejos ya del lugar. Aunque probablemente tuviera que volver al día siguiente por mi auto, pero pensaría en eso más tarde. Sam notó la manera en que bebí mis primeros sorbos -¿Qué día no es malo siendo un cazador?- respondí encogiéndome de hombros.

No podía ignorar más el tema. Quizás Sam sabía algo y podría ayudarme si es que esos demonios me estaban persiguiendo o tenian ganas de jugar conmigo. Tenía que contarle la historia de alguna manera u otra. No es que no haya intentado ser más conciso e ir al grano directamente en el pasado, pero es que algunos detalles son importantes en este caso. Además siempre surgía la pregunta “¿Y por qué hizo el pacto?” y siempre terminaba teniendo que contarlo todo al fin y al cabo.

No me sorprendió la forma en que mi colega me miraba mientras hablaba. Recibo esa expresión bastante seguido. La gente es desconfiada y no los culpo, yo también lo soy hasta cierto punto, pero hay una parte de mí que quizás todavía añora ser como era cuando tenía quince años, antes que todo el tema de lo supernatural se adentrara en mi vida. Quería ser como en esos años, libre, despreocupado y siempre con una sonrisa en el rostro... definitivamente todo eso había quedado atrás.

Una vez terminé mi historia Sam procedió a darme su devolución. Asentí ante su comentario sobre la porquería que es ser un cazador. -Lamentablemente no sé cual es el nombre de ese demonio. Recuerdo su rostro vagamente pero el tipo nunca se presentó.- respondí frunciendo el ceño ligeramente. Debería haberlo obligado a que me diga su nombre en el momento en que lo enfrenté, pero estaba mucho más preocupado por la vida de Joseph. Claramente, todo me salió mal. -No suelo actuar por impulso, no. Aunque tampoco planifico mis movimientos con mucha antelación. A veces me dejo llevar y confío en mis instintos. Creo...- me rasqué la cabeza. Era raro intentar explicar qué tipo de estrategia utilizaba, si es que utilizaba alguna... -Y en el cementerio... bueno, esos perros me hicieron entrar en pánico...- miré hacia abajo, como desilusionado conmigo mismo por haberme permitido tal reacción.

Como bien agregaba mi compañero quizás se estaban empeñando en jugar con mi mente dado que es más que obvio el terror que le tengo a esos bichos. Asimismo se ofreció a ayudarme, lo cual hizo que esbozara una pequeña sonrisa -Posiblemente sea una actividad recreativa para ellos, el jugar conmigo...- suspiré -Gracias Sam. No tengo muchas pistas pero es bueno saber que cuento con tu ayuda.- Me comentó luego acerca de un bar en donde se podría recolectar información. -¿Un bar de cazadores?- pregunté sin vueltas -Sería de gran ayuda, quizás pueda hacer un dibujo de este demonio y ver si alguien lo ha visto dando vueltas.-

-Si hay algo con lo que yo pueda ayudarte... sólo dímelo ¿De acuerdo? Mira, aquí te dejo mi número, por cualquier cosa.- tomé del bolsillo de mi campera una de mis tarjetas y se la deslicé por la mesa hacia él. Me acomodé en el asiento y encendí otro cigarrillo -¿También cazas solo, Sam?- pregunté por curiosidad -Hace unas semanas conocí a una chica que cazaba con su tío, y también he conocido parejas que cazan juntas.- le conté. Miré alrededor como inspeccionando el lugar. Había varias miradas que no me gustaban. ¿Estaba todavía nervioso por lo sucedido en el cementerio? Quizás mis nervios estaban comenzando a nublar mi juicio esa noche.

Los datos más importantes como: Nombre del demonio, y el rostro de este, eran justamente los que uno siempre guardaba en su subconsciente. Uno se negaba a recordar hechos que nos dolían en lo más profundo del alma, aunque siempre existía alguien que era más bien masoquista, se podía decir que yo era uno de ellos, donde no me permitía bajo ningún punto de vista olvidarme de la noche en que Jess murió. Lo miré mientras fruncía el ceño –No te preocupes, es difícil acordarse del rostro de un demonio y más sabiendo que nunca conservan el mismo cuerpo- Lo cual era bastante cierto, aunque los demonios se empeñaban en seguir teniendo sus envases, Azazel era uno de ellos, aunque si mal no recordaba, la última vez llevaba un traje nuevo, un cazador que ni Dean, ni yo habíamos visto antes, pero que adentro mío me daba la escalofriante sensación de que alguna conexión con nuestro padre tenía. Desde la embocada con el demonio de ojos amarillos, mi hermano y yo no habíamos tocado el tema que nos importaba ¿Qué diablos tenía que ver nuestro padre en toda la conversación? Y ¿Dónde estaba la Colt? Meneé la cabeza, no era momento para pensar ese tipo de cosas, debía concentrarme en el chico que tenía frente a mí –Lamentablemente y llevando el oficio que llevamos, estoy seguro de que lo volverás a cruzar y te lo hará saber- Los demonios eran criaturas bien retorcidas y vengativa, ya se iban a volver a cruzar cuando Sebastian menos se lo esperase, porque esa era la idea.

Hice un ademán rápido con la mano –No tienes tampoco que justificar lo que paso en el cementerio. Cualquiera hubiera entrado en pánico- Pero realmente lo había visto mal, a veces el miedo te impulsaba a hacer cosas que uno no estaba dispuesto a enfrentar y que no quedaba más opción que ponerle el pecho a toda la situación. Tenía que rescatar que el chico era valiente y que sabía manejar ciertos impulsos –Realmente espero que no tengamos que encontrarnos con otros de su raza- Comenté divertido. Me sorprendía que aun en los cazadores jóvenes no se dieran la información de que existían bares donde uno podía recolectar información acerca de casos y sobre todo de cazadores con los que uno se podía codear y cuales no –Yo conozco un solo bar que es el Road House, atendida por su dueña, pero hay algo que te voy a decir- No sabía si en algún momento el maestro de Sebastian se lo había hecho saber en algún momento de su vida y que a mí siempre me servía de consuelo cuando las cosas no salían como uno lo esperaba -Por más que te den cierta información, siempre chequéala, y la regla de oro- Lo cual lo estaba diciendo muy seguido ya –Nunca confíes en nadie- Asentí con la cabeza, quería decirle que incluso en mi persona que no confiara, por más que ahora le estaba brindando datos certeros, quizá en algún momento no sea tan comprensivo como ahora. Cuando uno tenía que sobrevivir, lo hacía de las maneras más horribles posibles. Era algo que iba a guardarme.

Mis ojos se centraron en la tarjeta que me estaba brindando –Lo tendré en cuenta- Y saqué mi móvil, anoté su número e hice un bollito y prendí fuego la tarjeta. Nadie tenía que saber el nombre y el número de un cazador, uno nunca sabía que podían hacer con un dato como aquel, admitía que últimamente me estaba convirtiendo en un poco paranoico. Dicho sea de paso, le envié un mensaje para que se quedará con mi número de móvil –Ahí te envié el mío- Comenté mientras esbozaba una, casi imperceptible, sonrisa.
Era obvio que si yo había querido saber de su historia persona que él quisiera saber de la mía y estaba dispuesto a decirle alguna que otra cosa relacionada a mi historia. Tomé el último trago de mi cerveza y le hice señas a la camarera para que nos trajera dos más –No, no cazo solo. Lo hago con mi hermano. Ya creo que se ha vuelto costumbre- Comenté mientras apartaba la botella ya vacía. Asentí con la cabeza –Yo conozco a muchos cazadores que cazan solos y a veces es mucho mejor, no tienes a nadie a quién puedas proteger y de esa forma los demonios que quieren hacerte daño no podrán torturar a ningún ser querido- A veces resultaba mucho más sencillo no encariñarse con nadie, de esa forma no corrías peligro de tener una muerte asegurada ni mucho menos que la persona que estimabas muriera también. Pero desafortunadamente, yo lo tenía a Dean y antes de él la tenía a Jess, así que era una historia de nunca acabar, porque siempre uno encontraba la persona para encariñarse –Igual, siempre encuentran la manera de fastidiarte- Puntualicé cuando la camarera nos trajo la cerveza y se marchó sin decir más.

Noté que inspeccionaba con la mirada los clientes que se encontraban allí tomando una cerveza, no todos, me jugaba la cabeza, eran humanos –Vas a encontrar que la mitad de ellos son demonios. Se encuentran por todas partes, por más que uno quisiera escaparse, están, ahí respirándote en la nuca, recordándote que están tras tus pasos- Ah! Esa sensación que vivía diariamente y que la conocía tan bien –Pero no creo que se atrevan a hacer nada, porque al igual que nosotros, ellos no saben cuántos cazadores hay- A veces consideraba que eran algo idiotas, pero no todos. Ninguno se inmolaría en aquel sitio, más sabiendo que podría haber más cazadores que Sebastian y yo –Ahora que lo pienso, fue extraño lo de los dos fantasmas ¿De qué trataba tu caso?- Tomé mi cerveza y me la lleve a la boca, mientras esperaba que mi colega comenzara su relato.

Era un buen punto, por más que recordara su rostro posiblemente el demonio con el cual Joseph había hecho el pacto hubiera cambiado de huésped, lo cual haría más difícil su búsqueda. No tenía su nombre por lo cual en mi caso la única chance era busca al huésped. Si había tenido suerte quizás el demonio lo había cambiado por otro pero lo más probable es que lo hubiera matado antes que dejarlo caminar libremente. Le asentí, los demonios tienen la costumbre de atormentar a la gente, eso no era nada nuevo, sólo que en ese momento lo estaba viviendo en carne propia.

Me sentía mal por haber actuado tan estúpido en el cementerio pero Sam se aseguró de hacerme saber que era una reacción completamente normal para cualquiera que se hubiera encontrado en esa situación. Cualquier cazador, por supuesto, una persona sin experiencia hubiera terminado como comida para perros. -No, a mi me gustan más los labradores, o los siberianos. Son más confiables, y tiernos- respondí a su comentario divertido.

Escuché atentamente su consejo y asentí ante el mismo -Comprendo. Es complicado ¿Sabes? Sé que muchos cazadores son muy cerrados al respecto pero... no lo sé, aún quiero creer que hay buena gente en este mundo. Por supuesto siempre hay que tener cuidado y tomar todo con pinzas- suspiré -Pero calculo que siempre se tiene que ser cuidadoso con todo...-

Lo vi quemar la tarjeta luego de agendarse mi número y levanté las cejas por un momento. Ahora comprendía mejor por qué Sam había dicho lo anterior. Lo mejor era no dejar que nadie encontrara nada relacionado con los cazadores, podría ser peligroso. Recibí su mensaje con su número y lo agendé. -Lo tengo-

Me contó luego que cazaba con su hermano y que también conoció cazadores más bien solitarios. -Es bueno, y es malo a la vez. Bueno, porque al menos tienes a alguien que te cuide la espalda. Malo, porque como dices eso mismo se te puede volver en tu contra si alguno de esos seres atacan al otro. Es hasta una carga, por decirlo de alguna manera- respondí. Recordé las pocas cacerías que había hecho con Joseph. Era muy bueno saber que contaba con él en caso en que alguno me agarrara por la espalda, era reconfortante y me daba más confianza para enfocarme en mi objetivo. Sin embargo eso mismo se volvió en mi contra y Joseph terminó muerto...

Sam notó mi incomodidad -Son unos malditos acosadores hijos de perra...- murmuré tomando unos tragos de la segunda cerveza. -Tienes razón. No es bueno que anden llamando la atención tampoco. No sería conveniente para ellos.-

-¿Mi caso? Seguro habrás escuchado mil historias parecidas. Yo lo hice. Resulta que una familia se mudó a una casa con unos sesenta y tres años de antigüedad. Padre, madre e hijo. La cuestión es que la madre de la ùltima familia que vivió allí se quitó la vida luego de enterarse que su esposo y su hijo murieron en un accidente de tránsito.  La habitación del niño se encuentra ahora en la misma en donde la mujer se quitó la vida. El fantasma, completamente fuera de sus cabales, notó al niño y quería llevárselo consigo. Intento matar a sus padres pero por suerte pude intervenir a tiempo.- concluí -Las historias de fantasmas son tan populares que hasta se ven en las películas. La gente se queda perpleja al encontrar que todo es, o puede ser real.-

En ese momento, la camarera interrumpió mi diálogo apoyando una botella de champaña en la mesa. Apoyó dos copas con la mano visiblemente temblorosa.

-E-Esto... se-se lo envía el muchacho de-de-de aquella mesa...-

Sus ojos estaban aguados. Dejó una nota en la mesa y antes de retirarse la tomé suavemente del brazo -Disculpa, ¿Te encuentras bien?- le pregunté con seriedad. La muchacha me miró con una mirada suplicante en sus ojos.

-D-disculpe, tengo mucho trabajo.- respondió y luego ingresó al bar casi corriendo.

Fruncí el ceño y miré a Sam mientras tomaba la nota que decía:

Me quedé mucho y empalidecí. Miré hacia la dirección en donde la mesera me había apuntado y había un hombre con campera de cuero negra, de rasgos marcados y apariencia jóven. De unos ojos verdes que... cambiaron a ser completamente negros mientras me sonreía con picardía. Le pasé la nota a Sam deslizándosela por la mesa. -Tenías razón... iba a encontrarlo de nuevo...- tragué saliva -No esperaba que fuera tan pronto...-

Escuché atentamente como él me mencionaba su caso, nada fuera de lo normal, al menos la historia era lo mismo que siempre, no variaba mucho los cuentos de fantasmas, el nuestro, el que llevábamos con Dean era casi igual, quizá alguna que otra cosa variaba pero el fin era siempre el mismo –No tiene nada de inusual- Deje que esa frase saliera de mi boca, pero aun así me parecía tan sospechoso que ambos estuviéramos envuelto en un caso de perros del infierno en un cementerio donde era casi imposible que estuvieran. Estaba claro que nos o lo estaban esperando ¿Tanto odio podía tenerle un demonio a un cazador? Bueno, la respuesta estaba más que clara, si se podían tener demasiado odio pero ¿Para llegar a ese extremo? Me quedé pensativo mientras veía como Sebastian movía la boca diciendo alguna que otra cosa. Me parecía tan sospechosa toda la situación que no me percaté de que delante de mis narices colocaban un par de vasos y una champagne. Rápidamente salí de mis pensamientos y me concentré en la situación, allí estaba una chica al borde de los nervios y Sebastian tratando de sacarle un poco de información. Mencionó que se lo enviaba un muchacho, e inmediatamente giré la cabeza para buscar al responsable de aquello -¿Lo conoces?- Inquirí tratando de ir hasta el fondo de todo el asunto.

La chica balbuceaba y tras decir rápidamente que tenía cosas que hacer se marchó corriendo hacia el bar -¿Qué sucedió?- Dios, que día más extraño era el que estaba viviendo hoy. Noté como él tomaba la nota que la mesera le había dejado y tras leerla, me di cuenta de que el poco color que había adquirido se marchó tan pronto como sus ojos terminaron de leerla -¿Qué dice?- Estiré la nota para tomarla y allí impresas en letra bien legible estaba lo que le acababa de comentar, era obvio que lo de los perros era todo una trampa y que era una advertencia –Te está dando miedo- Doblé la nota y me fije en el hombre que no apartaba la mirada de mi colega –Te está queriendo decir que te tiene bajo vigilancia, pero no siempre es así- Mentía, por lo general los demonios cuando le echaban el ojo a alguien lo mantenían vigilado hasta el momento oportuno que decían atacar –Él sabe que estas solo, un consejo, evita todo lugar donde puedas estar solo, siempre procura que al menos haya dos cazadores, no se va a atrever a hacerte nada. Cuando te encuentres solo en la habitación, hecha sal en todas las rendijas, puertas y ventanas e incluso la del baño- Siempre había que ser precavido con todo, una obsesión que la herede de mi padre –Duerme con un cuchillo debajo de la almohada y siempre baña la hoja con agua bendita. Y siempre lleva contigo agua bendita- Esos eran todos los consejos que podía darle, era obvio que él debía de saber del tema, era cazador como yo, pero nunca estaba de más recordarle cierto detalles.

Volví la mirada al hombre que tomaba con cuidado un vaso de coñac o algo por el estilo, desde esa distancia se dificultaba un poco ver algo –Los demonios son seres despreciables, cuando se empe…- Y deje la frase inconclusa, había algo que necesitaba preguntarle -¿Tienes algún don?- Quizá eso resolviera el gran misterio.

Sam no estaba para nada impresionado de la historia que le contaba. No me sorprendía, como bien él me dijo sonaba como un caso bastante común y nada parecía estar fuera de lo “regular” en ese tipo de situaciones. Lo que sí era raro era que después de tanto tiempo los demonios se dedicaran a mandarme perros del infierno ¿Por qué no lo habían hecho antes si es que querían matarme? O será quizás que simplemente estaban aburridos y tenían ganas de torturar a alguien. Parecía que no sabría la respuesta por el momento.

Sin embargo, lo que sucedió a continuación me dejó perplejo. El champagne, la nota, la mesera a punto de tener un ataque de nervios. Como era de esperarse no me dijo nada y evadió mi pregunta, retirándose casi corriendo. Cuando leí la nota empalidecí . -No... no lo conozco... pero creo imaginar quien es...- respondí la pregunta de Sam con nerviosismo -Aparentemente quisieron darnos un presente...- le estiré la nota para que la leyera y quedé con la vista clavada en el tipo de unas mesas atrás de Sam.

Escuché a Sam mientras intercalaba mi mirada entre él y el demonio allá sentado. Asentí con el ceño fruncido ante sus consejos. Asentí a todos y cada uno. Tragué saliva. -Sí, eso, en caso que pueda dormir...- respondí ante lo de dormir con un cuchillo bajo de mi almohada.

Me estaba empezando a preguntar cómo remontar esa situación. ¿Debería salir corriendo? No, muy obvio... quizás salir con tranquilidad y si al demonio se le ocurría cruzar unas palabras al menos no estaba sólo ya que estaría con Sam. O quizás el tipo me siguiera hasta mi hotel... sacudí la cabeza cuando Sam me hizo una pregunta que me sacó de mis pensamientos. -¿Un don? ¿Te refieres a algún poder o algo así? Nah...- me encogí de hombros -Se dos o tres cosas de magia, para protección más que nada pero fuera de eso no, no tengo ningún don ni puedo mover cosas con la mente, ni nada de eso- le respondí -¿Tú crees que están buscando gente con dones?-

Si era así, me preguntaba cuál sería la razón, si los demonios de por sí son bastante poderosos, ¿Por qué tomar a un ser humano que más allá de poder tener una habilidad especial no deja de ser un simple mortal? -Sam... ¿Cómo hacemos para irnos de aquí? ¿Crees que ese tipo nos seguirá?- pregunté retomando las preguntas que tenía en mi cabeza.