001 Instinto Animal {Libre}

Al salir del bar, Rick avanzó decidido dispuesto a encontrar la fuente de ese aroma que le daba escalofríos. Si era una señal de peligro que le indicaba que se alejase, había fallado. Era una persona curiosa que no podía desobedecer a su instinto. El camino hacia el bosque le había demorado más de lo previsto, de hecho, había perdido toda la noche y parte del día caminando. El extraño aroma pútrido cambiaba su camino y lo confundía. Más de una vez había tenido que retroceder e incluso cambiar de dirección. Se tomó su tiempo para desglosar el aroma mientras buscaba en los alrededores: era una fuerte combinación de algo parecido al azufre con... ¿huevos podridos? Detuvo su andar para oler el suelo y los árboles, en un lugar donde el olor era particularmente fuerte, pero no había nada. Fuera lo que fuese no había pasado marcando territorio, era algo o alguien que simplemente iba de paso, a sabiendas o no, de que su aroma iba dejando un rastro.
Llegado un punto se detuvo y se dio cuenta que había estado caminando en círculos. Quizá la criatura había corrido huyendo de alguien y, además de despistar a su captor, también había hecho lo propio con Rick.
Percibió el sonido de agua corriendo y descubrió que estaba a pocos metros de un río. Había estado tan empecinado en encontrar la fuente de ese aroma que no se había dado cuenta de cuán sediento estaba. Siguió el sonido hasta su fuente y se arrodilló en la hierba, usando sus manos como cuenco para saciar su sed.

Fue entonces cuando una ráfaga de energía animal lo golpeó partiendo sus órganos internos en mil pedazos. Era imposible. La luna llena no debía salir hasta el día siguiente. ¿Era posible que hubiese calculado mal? ¡BAM! Otro golpe le quebraba el brazo derecho. No tenía tiempo para internarse en la profundidad del bosque sin correr el riesgo de encontrarse con humanos pero tampoco podía quedarse ahí. Trató de recomponerse y se puso de pie sosteniéndose el brazo. Ya podía empezar a sentir como se le aceleraba el pulso y la sangre le latía en los oídos. Debía huir y rápido. Respiró hondo llenando sus pulmones de aire y se lanzó corriendo hacia el corazón del bosque.

Podía sentir la sangre latiéndole en los oídos y transformándose lentamente en un fuego líquido espeso que quemaba cada parte de su cuerpo. El corazón aumentaba su tamaño poco a poco bombeando más y más fuerte. Uno a uno sus huesos parecían quebrarse en pedazos para luego regenerarse en huesos más grandes y más fuertes. Entonces lo oyó. En algún lugar del bosque oía el latido de un corazón. Echó la cabeza hacia atrás olfateando el aire y una esencia dulce le rebalsó por completo los sentidos: una humana. Podía sentir ese corazón bombeando con fuerza, oía sus pasos livianos sobre la hierba.
Contrólate, Rick. No quieres hacer esto.
Se decía mentalmente, pero su voz cada vez se oía más lejana a medida que el animal ganaba terreno por sobre la parte humana.
Parece que tenemos cena esta noche.

– Oye, no tienes que estar aquí ¿Me escuchas? -  le gritó una voz femenina.
Trató de correr para ocultarse tras un árbol pero un frenético dolor en el estómago lo frenó haciendo que se encorvase sobre la hierba. La chica volvió a llamar su atención con un grito. Quería gritarle que ella era la que no debía estar ahí, que huyera pero tenía un nudo enorme en la garganta que no lo dejaba hablar. No quería matarla. Él nunca había matado a nadie pero si esa chica no se iba, correría una suerte terrible que no sería capaz de evitar.
Por favor, vete.
Ya sabes lo que debes hacer.
La respiración comenzó a acelerarse. Oyó un zumbido cortando el aire y rodó sobre si mismo para esquivar una piedra que le había lanzado. Vaya que la chica era fuerte. Aterrizó sobre sus manos y sus rodillas, observando como comenzaban a transformarse en unas enormes patas de pelaje grisáceo. Clavó los ojos en el piso.
- ¡Vete de aquí! - le gritó, haciendo un gran esfuerzo por no moverse de su lugar.
Una por una sus vértebras humanas comenzaron a ensancharse haciendo que su columna se encorvase. ¡Crack! Sus costillas se quebraron una a una cuando su tórax se aplanó violentamente. Sus ropas se desgarraron y su piel comenzó a cubrirse de un espeso pelaje grisáceo con destellos blancos. Alzó su mirada hacia la chica, podía oír el latido de su corazón y casi percibir como bombeaba debajo de la ropa que llevaba puesta, justo allí en su pecho.
Sus ojos, ahora rasgados, con unas pupilas amarillentas y unos párpados gruesos la observaron detenidamente.
Luce deliciosa.
¡Detente!

Sus facciones se afinaron y lentamente el pelaje comenzó a cubrirle el rostro, al tiempo que su nariz y su boca se fusionaban para formar un hocico alargado con una nariz negra y húmeda. La boca, rodeada por unos bigotes oscuros, largos guardando en su interior unos dientes enormes y aterradores preparados para desgarrar cualquier cosa que se le pusiera enfrente. Se estiró, echando sus hombros ligeramente hacia atrás y giró su cuello dibujando un círculo perfecto. Alzó la vista y, entre la espesura del follaje de los árboles, observó el contorno brillante de la luna llena.
Respiró agitado mirando el piso, mientras la saliva corría lentamente por las comisuras de sus labios chorreando hasta el piso. Luego, levantó la vista hacia la chica y rugió fuertemente, clavando sus garras profundamente en la tierra.
¡Matala!
¡Corre!

Rick gruñó furioso y bajó la vista cuando la penetrante y amarillenta luz de una linterna lo encandiló. No podía concentrarse en otra cosa que no fuese el latido de ese corazón y ese delicioso aroma. La chica huyó mientras él trataba con todas sus fuerzas de no moverse de su lugar porque realmente no quería lastimarla ¿o sí quería? Clavó violentamente sus garras en la tierra mientras avanzaba centímetro a centímetro.
Su parte humana se sentía atrapada dentro de su cabeza, como si estuviese en un cuarto oscuro atado de pies y manos a una silla; sin poder decidir ni elegir actuar racionalmente.
¡Nooo! ¡No soy un asesino!
Sí... Somos asesinos naturales. Esto es lo que hacemos...

Repentinamente, lo animal tomó terreno y Rick corrió ágil entre los árboles, esquivando todos los obstáculos a su paso. El aroma de la muchacha le entraba a raudales por la nariz con cada respiración. Y ese latido veloz... violento ¡Bum! ¡Bum! ¡Bum!
La luz de la luna entraba entre el follaje de los árboles iluminando la zona, casi formando un círculo perfecto, proyectando la sombra de la muchacha sobre la tierra húmeda. El lobo podía oír su respiración justo detrás de... ese árbol.
Olía algo diferente que se mezclaba con el aroma de la muchacha, y no era miedo. Un sonido llamó su atención y lo hizo voltear bruscamente. Había alguien más con ellos en el bosque. Hecho su cabeza hacia atrás dejando que sus pulmones se llenasen de la ráfaga de viento que venía hacia él. Ahí estaba de vuelta el aroma, era una esencia sulfúrica mezclada con olor a algo putrefacto como ¿carne descompuesta? No, huevos podridos. El lobo gruñó hacia la oscuridad dejando que la saliva espesa se deslizase entre sus colmillos: demonio.

Fue entonces cuando las prioridades del animal cambiaron. No era un asesino, no de nadie que no lo mereciese y esa era una criatura maligna que no podía seguir deambulando en el mundo humano. Rick sabía desde el principio que no estaba poniendo en peligro una vida humana, el olor que despedía ese cuerpo era desagradable; no había posibilidad de que sobreviviese si el demonio se iba.
Un silbido afilado rasgó el aire y el lobo rodó sobre siímismo para esquivar un golpe. El demonio se dejó ver, apenas, dentro del círculo iluminado por la luz de la luna; empuñando una daga plateada en cada mano que parecía emitir un silbido particular que sólo el lobo podía oír. Plata.
- Parece que es noche de lobos... - dijo, sonriendo, dejando al descubierto una dentadura amarillenta y podrida.
El sujeto avanzó hacia Rick, acercándose al escondite de la muchacha. Desconocía si él percibía su presencia también pero el demonio se había convertido en prioridad para el lobo y la chica... debía ser protegida.

Se posicionó firmemente frente al árbol quebrando el silencio con el más feroz de sus gruñidos. El demonio sonrió, sin moverse de su lugar. Esperaba que Rick hiciese el primer movimiento y así lo hizo. Corrió hacia él, sin siquiera tomar carrera y se abalanzó sobre él con la boca abierta. El demonio cayó, pesado, con la espalda sobre la tierra y el lobo clavó sus afiladas garras en la carne de sus hombros. El demonio no igualaba la fuerza del lobo pero era bastante más fuerte y ágil que un demonio común. Un dolor agudo se hizo presente en una de las patas del lobo cuando la daga rasgó su pelaje y su piel, quemando lo que había a su paso. El animal gruñó furioso clavando sus colmillos en el cuello del demonio, que se movió rápidamente clavando la daga en uno de sus costados. El animal dejó escapar un aullido de dolor y cayó de costado, respirando agitado, quejándose.
Deseaba con todas sus fuerzas que la chica pudiera huir, mientras luchaba por ponerse de pie para arrancar de una vez la cabeza de ese maldito bastardo.

La sangre brotaba apenas por un hilo imperceptible pero el daño interno era mucho mayor de lo que se veía en el cuerpo del animal. Su pata delantera ostentaba una herida larga, aguda, poco profunda. El abdomen, era más complicado. La daga se había incrustado profundamente y el demonio había dado con ella un giro de 90º para asegurarse de destrozar lo que encontrase a su paso. La cabeza le daba vueltas y, por momentos, Rick podía conectarse con lo que estaba pasando a su alrededor. La vista se le ponía algo borrosa pero le permitió distinguir que el bulto oscuro que yacía en la tierra debía ser el demonio al que había atacado. Le había dado una buena mordida, la boca le sabía a sangre espesa y putrefacta. Trató de erguirse nuevamente pero volvió a caer sobre su costado despertando un profundo dolor que lo hizo quejarse un poco más. El demonio no se movía pero Rick no creía que estuviese muerto. Hacía falta algo más que una mordida para dejarlo siquiera malherido, si tan sólo pudiera levantarse y acabar con su trabajo...

Sus sentidos parecían girar en espiral sobre sí mismos, estaba muy confundido. El efecto de la plata neutralizaba casi a un 50% su transformación mental, lo que le permitía pensar pero, aún así, el dolor apenas lo dejaba moverse. Trató de moverse con dificultad cuando algo lo tocó y se dio cuenta de que la joven había regresado. La chica le ató las patas y con un último amarre se aseguró de dejar su boca bien cerrada. Estaba claro que ahora, que casi podía pensar claramente, Rick no pensaba hacerle daño pero no estaba tan seguro de que ella tampoco quisiera hacerle daño a él. Trató de incorporarse en vano y la rubia lo levantó en andas. ¿Cómo era capaz una muchacha tan delgada de levantar a un lobo de casi 90 kilos? ¿Qué haría con él? ¿Lo mataría?

Rick fue llevado fuera del bosque, lo más rápido que la chica podía llevarlo, y digamos casi... arrojado contra el piso sin ninguna delicadeza. Tosió un poco notando algo de sangre caliente dentro de la boca, que el amarre no le permitía escupir. La chica cogió un botiquín de primeros auxilios y se dispuso a curarlo: lo quería ayudar. Probablemente, le debería la vida a esa chica. Rick hubiera querido estar en fase humana y poder hablar para decirle que no se molestase, pues nada de lo que hiciese serviría contra esas heridas. Se agitó algo inquieto por el ardor que le provocaban las maniobras de la chica. Comprendió entonces que ese acto de bondad no era algo que fuese a repetirse y, si volvía a cruzarse con la joven (cazadora, según parecía) no correría la misma suerte. Rick estaba echado de lado sobre su costado derecho, la sangre espesa y oscura se había ido acumulando manchando su pelaje.
Por último la chica cortó los amarres que le inmovilizaban las patas, cuidando dejar el de la boca, y se apresuró a subir a su auto para escapar de la, ahora indefensa, bestia.

Rick respiraba agitado con respiraciones cortas y superficiales. Usó una de sus patas, para cortar la tela que le ataba el hocico y se apresuró a toser dejando un pequeño charco de sangre a su alrededor. Si sobrevivía a eso juraba investigar que estaba pasando. Necesitaba saber por qué había demonios en su territorio, si es que no había sido una coincidencia.
Se arrastró como pudo hasta encontrar refugio entre las raíces de un árbol, algo alejado de la carretera. Esperaría a que el amanecer le permitiese volver a su fase humana, mientras rezaba por no morir en el intento. Quedaban, si sus cálculos no fallaban, cuatro horas; probablemente las más largas de su vida. Con cada respiración, dejaba escapar un pequeño silbido, un quejido casi imperceptible. Cerró los ojos y trató de concentrarse en encontrar una forma de ignorar el dolor... al menos hasta que el sol decidiese salir para poner fin a su maldición.

FIN