001.3 · Campanas {Libre}

Maverick estaba merodeando las inmediaciones de una cafetería desde hacía más de una hora. Estaba seguro que el cazador al cual estaba persiguiendo había entrado ahí. No estaba tan seguro de si coincidía con la descripción física que buscaba porque no había podido acercarse lo suficiente sin levantar sospechas. Necesitaba verlo más de cerca.
El murmullo del bar junto con el ruido de las tazas y la gente engulliendo sus desayunos hacía que los sonidos que llegaban a él fuesen confusos y difíciles de desglosar. No podía concentrarse en la voz de ese cazador y ampliarla porque nunca lo había escuchado hablar.
- ... cazando a un hombre lobo... -
Se encogió detrás de un auto que había en el estacionamiento observando a través del cristal. No estaba sentado cerca de la ventana. Desde su ubicación solo podía ver a una pareja que conversaba.
- Tal vez deberíamos probar algo diferente. - le sugirió la mujer.
Volvió a escuchar la voz del chico que había hablado antes.
- ... luna llena... ¡BAM! ¡BAM! -

¿Acaso ese era un bar de cazadores? ¿Alguien lo estaba buscando?
Rick decidió salir de su escondite y entrar al lugar. Los fragmentos de conversaciones que le llegaban sólo lograban confundirlo más y comenzaba a hacer conjeturas dando lugar a su imaginación.
- Otra cerveza, flacucho. Y no vuelvas a tardar tanto. -
Pudo oír como al chico se le aceleraba el pulso. Rick empujó suavemente la puerta haciendo sonar una campana. El lugar lucía limpio y ordenado. Eso estaba a años luz de ser un lugar de encuentro de cazadores. Había estado en uno y se podía decir que no había pasado una noche grata y prácticamente había tenido que asegurarse de que un chico torpe no echase el lugar abajo.

Se acercó a una chica rubia que estaba detrás del mostrador y carraspeó para llamar su atención.
- Un café con un bagel. -
Si no quería levantar sospechas tendría que ser un cliente más, buscaría una mesa que le diese una buena visión de todo el lugar y esperaría. Algo más que el cazador le intrigaba la conversación que había escuchado desde el estacionamiento. Había alguien que conocía muy bien a los hombres lobo. Examinó el lugar, la pareja junto a la ventana, dos tipos de aspecto desaliñado discutiendo con un mesero más allá y, casi llegando a la esquina del salón, estaba el cazador leyendo un periódico. Se sentaría en diagonal a él, junto a la ventana, dándole la espalda a la entrada, desde ahí lo vería bien. Volvió su vista a la chica, que tenía la cafetera en la mano, y se percató de que se había quedado mirándolo.
- ¿Y? - le reclamó.

Observé, sin esforzarme por disimular, como Jeremy iba a atender a los dos sujetos. Lucían desagradables, incluso desde lejos. Vi como disimulaba su mejor cara de desagrado y volvía con las manos vacías a la barra. Me ponía de muy mal humor que la gente causase problemas desde tan temprano a la mañana.
- ¿Me alcanzarías una cerveza? - me pidió.
Busqué en la heladera del fondo y  puse la botella arriba del mostrador sin soltarla.
- ¿Está todo bien? -
- Sí. - contestó, de mala gana.
- Hey, sabes que Trucker no quiere problemas. Si están molestando, ya sabes... "la casa se reserva el derecho de admisión y permanencia" -

Jeremy negó con la cabeza y deslizó la botella hacia él.
- No pasa nada. - me dijo, con una sonrisa.
Claro que no, pero yo sabía cuanto le molestaba. De hecho, era la parte de tratar con la gente que más le desagradaba. Siempre se quedaba callado, nunca decía nada. Los sujetos se mostraban impacientes, les dediqué una mirada de desdén y volteé hacia la máquina de café para llevar la jarra entre las mesas, por si alguien quería una recarga.
- Un café con un bagel. - dijo, alguien detrás de mí.
Me volteé hacia el mostrador. Un chico rubio, fornido y musculoso me devolvió la mirada. Tenía la cara bastante angulosa, dura, no parecía reírse nunca y tampoco parecía ser muy bien educado.

No entendía a la gente a la que le costaba tanto decir un simple "buen día". No era una terminal automatizada que servía desayunos, era una persona. Permiso. Por favor. Gracias. Parecían tres palabras prohibidas para algunos. Observé al muchacho curiosear alrededor, como si buscase a alguien.
- ¿Y? -
Definitivamente si que era un grosero. No me sorprendería si buscase juntarse con los dos tipejos que estaban tomando cerveza tan temprano a la mañana.
- ¿Para llevar? - le dije.
Negó con la cabeza. De qué me podía quejar... Ese lugar estaba lleno de gente rara.
Tomé un bagel del exhibidor con la tenaza de metal y lo puse sobre una servilleta.
- Siéntate donde quieras. Te llevaré el pedido en un momento. -

- Que idiotas. - murmuró Jeremy, cuando pasó junto a mí.
Hubiera querido decir que no eran los únicos pero no quería ser igual que descortés que el grandulón que, para variar, aún no se sentaba. Me dediqué a oprimir botones y mover palancas para hacer que la máquina de expresos me diera un café. Volví hacia el chico y vi que iba hacia el salón en busca de una mesa.
- Ni lo menciones. Esa clase de gente abunda en este lugar. - le dije a Jeremy, llevando el pedido hacia la mesa.

Al parecer a la rubia le pagaban por parlotear con su compañero pues no hacía más que demorarse y el pedido de Rick realmente no era nada complicado. Quizá en un día normal, hubiese tratado de ser cortés o, al menos, de no parecer tan grosero pero la última luna llena lo había hecho pasar un muy mal rato. Aún se estaba recuperando de las heridas que le había infligido ese demonio. Las heridas producidas por objetos de plata no sanaban fácilmente. Llevaba el corte de su brazo derecho cubierto por las mangas largas de la camisa que traía puesta, no se veía tan mal y el abdomen aún llevaba un apósito protector. Tenía que moverse con cuidado, si comenzaba a sangrar despertaría sospechas y eso era lo que menos quería.
Negó con la cabeza ante la pregunta de la mesera y se marchó a buscar un sitio sin despegar los ojos del cazador, aún escondido detrás del periódico. ¿Acaso ese era al que llevaba tanto tiempo buscando?
Tomó asiento dándole la espalda a la puerta de entrada, que cada tanto hacía sonar la campana que anunciaba la entrada de alguien, y observó alrededor. La voz de la rubia llegó a sus oídos.

- Ni lo menciones. Esa clase de gente abunda en este lugar. -
Rick tensó la mandíbula. A veces odiaba tener tan buen oído y tener que fingir que no escuchaba cuando alguien hablaba a sus espaldas. Sí, había sido grosero. ¿Y a ella que le importaba? Seguro pasaba más de la mitad del día atendiendo gente mucho más desagradable que alguien que, simplemente, era corto de palabras. La chica apareció dejando frente a él su pedido y se marchó.
Rick engullió el bagel dándole tres mordiscos, sin masticar demasiado y bebió un sorbo de café. Oyó un teléfono vibrar. Procuró no hacer movimientos bruscos y buscó la fuente del sonido con la vista mientras bebía un poco más de café. El cazador bajó el periódico y se llevó el móvil a la oreja.
Fue la primera vez que vio su cara porque no... no era la persona a la que buscaba. Se enfureció y tuvo que contenerse para no hacer añicos la taza y manchar toda la mesa de café. ¿Cuánto tiempo más seguiría buscando en vano al asesino de sus padres?

Rick comenzaba a pensar que alguien le estaba plantando pistas falsas. Las últimas veces que había seguido a alguien se había llevado una decepción. Todo había empezado desde aquella noche en el bar cuando había conocido al joven cazador, Sebastian.
Había oído hablar de algo llamado "Harvelle's Roadhouse", un bar que era punto de encuentro para los cazadores. Hasta ese entonces, era lo mejor que tenía, por no decir lo único, pero sabía que sería muy peligroso ir solo, necesitaba la ayuda de alguien y no sabía a quién acudir.
La chica rubia volvió a zigzaguear entre las mesas con su jarra de café. Parecía que conocía al cazador. De todas formas, ya no le servía ese dato. No le importaba quién pudiese ser ese tipo, no era ni remotamente parecido al rostro que recordaba a la perfección desde aquella noche.

Tenía que elaborar un plan. Debía ser perfecto, sin ninguna falla. Quizá la única forma de encontrarlo era exponiéndose. Ningún cazador se resistiría a querer ponerle una bala de plata en la cabeza. El problema era que ese pueblo rebalsaba de cazadores, exponerse de esa forma sería prenderse como un faro y, si las cosas se le iban de las manos, no sería capaz de manejarlo sin salir gravemente herido, o peor.
Apoyó la taza casi demasiado fuerte, manchando un poco la mesa. Tomó un papel de un servilletero y limpió torpemente lo que había ensuciado. La chica se acercó a él. Se quedó sorprendida, con la cafetera en la mano, observándolo. Rick bajó lentamente la vista y descubrió que estaba sangrando de nuevo. Una mancha roja comenzaba a extenderse lentamente por la tela de su camisa. Bajó disimuladamente el brazo, como quién no quiere la cosa, para obstruirle la vista.

- ¿Más café? - preguntó, casi por cortesía.
No podía dejar que lo descubriesen. Permanecer en ese lugar era en vano, no había encontrado lo que quería. Su presencia comenzaba a tornarse sospechosa. Si la chica se asustaba podría llamar a la policía y Rick tendría que inventar rápido alguna historia sobre como un pandillero lo había atacado con una navaja para robarle. Más tarde, debería explicar en el hospital por qué sus heridas sanaban inexplicablemente y estaría atrapado. Pero si huía daría justamente esa impresión: que algo pasaba y estaba huyendo.
- Quiero otro bagel. - dijo, sabiendo que la chica debería volver a la barra a buscarlo.
En cuanto la chica se fue, dejó rápidamente unos cuantos billetes sobre la mesa y se levantó para salir del lugar. La campanilla de la puerta delató su salida y se alejó caminando calmo, perdiéndose en el costado de la carretera.  El Harvelle's Roadhouse no era una idea muy brillante, pero era la única que tenía de momento.
Siguió caminando, en silencio, pensando. Tarde o temprano, algo se le ocurriría.

¿Qué diablos pasaba con ese sujeto? ¿Estaba herido? Me costaba creer que quizá estaba huyendo de la policía. Estaba tan acostumbrada a lo sobrenatural que algo tan cotidiano, como una simple pelea callejera, ya se me hacía extraño. No parecía ser alguien que estuviese herido. Su cara no demostraba ninguna molestia ni dolor. Quizá esa sangre era de alguien más. Bajó su brazo lentamente para obstruir mi visión. Me esforcé por no apartar mi mirada de la suya. Fingir que no había visto nada era la mejor opción para que él no intentase ninguna locura. No quería darle lugar a que reaccionase si descubría que había visto más de la cuenta.
Me pidió otro bagel y agradecí internamente poder alejarme de él porque, parada junto a su mesa, no sabía qué hacer ni qué decir. Fui hasta la barra tratando de caminar normalmente y de no huir despavorida.

- ¿Qué te pasa? Parece que hubieras visto un fantasma. - me dijo Jeremy, al pasar junto a mi.
Apoyé mi mano en el costado de la barra. Estaba mitad perpleja, mitad asustada. Y la maldita campana de la puerta seguía poniéndome de los nervios.
- El chico que entró hace unos momentos, junto a la ventana... Creo que su camisa está manchada con sangre. - le dije, tomando un bagel y apoyándolo sobre una servilleta.
Jeremy volteó disimuladamente y escaneó rápidamente el salón.
- ¿Cuál? -
Me adelanté unos pasos con el bagel en la mano.
- El rubio que está... ahí. -
Había desaparecido. Me acerqué a la mesa rápidamente y vi que había dejado el dinero suficiente, y un poco más, para pagar por lo que había consumido. Examiné con la vista el banco en el que había estado sentado hasta hacía unos pocos minutos: había sangre en el tapizado. Unas pocas gotas dejaban un rastro que seguí pero se perdía unos pocos metros antes de la salida.

- ¿Qué está pasando? - me preguntó, Jeremy algo exasperado.
- Nada. -
Pasaba que estaba claramente obsesionada con cualquier cosa que sucedía a mi alrededor, como si todo fuese un ataque hacia mí, como si todo girase en torno a mi; y no era así.
- Probablemente era sólo un ladrón... que curiosamente decidió pagar su desayuno. -
Me volteé y vi el rostro de Jeremy que exigía una explicación por el revuelo que había causado. Puse mi mano en su hombro, dándole un apretón amistoso.
- Olvídalo. No fue nada. Sólo... me revolucioné un poco. Sabes que estas cosas me ponen... nerviosa -
Jeremy se inclinó para besarme la frente y me limité a sonreírle. Exhalé casi resignada. Por un día quería trabajar en un lugar normal, que nada extraño pasara, sentirme... humana. Recogí los restos del desayuno del cliente que recientemente había huido del lugar y le di un mordisco al bagel. Debía hacer lo que mejor sabía hacer: lavar platos y limpiar los pisos. ¿A quién quería engañar? Era una simple y mundana mesera. Nada más ni nada menos.

ROL FINALIZADO