1x02 El siervo divino -Privado-

**Arial** Sáb Ene 03, 2015 12:29 am

]La experiencia como humana no era sencilla. Los humanos eran seres complejos que se movían por sus sentimientos. Nosotros no estábamos muy familiarizados con aquellas emociones que refulgían en los interiores de ellos. Los ángeles sentíamos menos, percibíamos más y nuestras misiones eran las que nos mantenían en pie, igual que nuestra gracia, nadie se atrevía a robarnos aquello que nos pertenecía, que Dios nos había entregado cuando decidió albergarnos en el cielo. Incluso para nosotros era un completo misterio de cómo surgían los ángeles. Vivíamos para ser a Dios, a nuestro padre creador y hacer que se sintiera feliz.
Fue una desilusión masiva cuando nuestro padre decidió abandonarnos, una palabra que no solíamos usar, debido a que no estábamos acostumbrados al abandono. No queríamos pensar en eso, Uriel decía que Dios ha sido capturado por algún demonio poderoso. Hemos pensado que podría tratarse de nuestro hermoso y gran hermano Lucifer, aquel que debido a los celos y al rencor ante seres tan inferiores como los seres humanos, fue desterrado de los hermosos cielos para perecer en la decadencia y crear así su propio infierno.
Una terrible guerra surgió entre nuestros hermanos, y fue Miguel quién puso fin a las fechorías de nuestro Lucifer, que ahora su encanto se veía mermado por tanto odio, avaricia y rencor. Se corría el terrible rumor de que el portador de la luz se encontraba encerrado en un calabozo, donde Miguel y Dios sabían de su existencia, no se le permitía a ningún ángel saber a ciencia cierta su paradero, si alguien decía encontrarlo, se encontraría desterrado.
Muchos de mis hermanos han querido encontrarlo, sin saber muy bien el motivo por el cual se encontraban tan interesados en dar con él, si Lucifer regresaba y tomaba posesión del infierno, los humanos correrían la peor de las desgracias, no teníamos permitido que aquellos seres inferiores, tuvieran que pasar por aquellos infortunios peligrosos, donde sólo podrían salvarse unos pocos.
El cielo volvió a tomar su tranquilidad, Miguel desapareció también de aquel sitio, pero sabíamos que se encontraba por allí, nadie, excepto nuestro padre sabía el paradero de su hijo y algunos arcángeles. Nadie se atrevía a encontrarse con el ángel que pudo con Lucifer, se corría el terrible rumor de que estaba abrumado por toda la situación y nunca más se supo de él. Ahora que nuestro padre se encontraba desaparecido, era propicio que Uriel lo encontrará, y nos ayudará a librar esta batalla.
Mi misión en la tierra era asegurarme de que los profetas y de que los civiles especiales no cayeran en las garras de indeseados.
Pero en aquellos momentos, mientras caminaba por los pasillos con poca iluminación y donde albergaban la poca esperanza y la locura, se escuchaban mis pasos. Nadie reparaba en mi presencia.
Llegué a una habitación y la abrí.
-Josh- Murmuré mientras me acercaba lentamente a la silla de ruedas que daba directo a una ventana tan triste como aquel cuarto, escaso de objetos que dieran a entender que se trataba de la habitación de alguien. Este hombre había sido el recipiente de Miguel y me acerqué para apoyar mis manos sobre las suyas…estaban tan frías y su mirada se encontraba tan perdida en la nada. Sentí algo dentro de mí, quizá no eran sentimientos propios, sino de la humana que dormitaba en mi interior –Sé que puedes escucharme. Necesito encontrar a Miguel y quizá haya dejado algún rastro en tu interior- Nada, esa era la respuesta del hombre que en aquellos momentos caía una fina línea de baba.
No quería arrebatarle fragmentos de su memoria, de todas formas su alma ya estaba más muerta que viva, era un vegetal. Sin embargo, era un ángel y no estaba permitido extraer pensamientos de los humanos. Necesitaba de su consentimiento –Estaré afuera esperando a que quieras verme- Comenté trazando una sonrisa. Me levanté del suelo y camine en dirección hacia la puerta.
Algo en mi interior me decía que algo saldría mal, que no podría dar con el paradero de Miguel y que la lucha la tendríamos que hacer nosotros mismos. No estaba dispuesta a pelear con mis hermanos.

**Iris** Mar Ene 06, 2015 4:57 pm

Iris había pisado la tierra hacía pocos días, por lo que todavía estaba en ese proceso de tratar de encajar en una sociedad donde era difícil porque no la entendía, si antes solo observándola a lo lejos le parecía algo inentendible, ahora en medio de ella era el doble. Parecían mucho más complejos que ellos, los ángeles, sobre todo porque poseían algo que los de su especie carecían: sentimientos, o tal vez solo era que a los ángeles les costaba comprender lo que los humanos consideraban sentimientos. Por ejemplo para Iris, los ángeles se querían entre ellos, no como “el querer” ese que todos los humanos muestran entre ellos o ve por la pantalla que llaman televisor, sino como esa especie de empatía o simplemente por tener los mismos ideales se relacionaban más que con otros y le resultaba más sencillo manifestarse. Aun así nada era como los humanos, ellos eran superiores a los ángeles, por algo su Padre los colocó por encima de toda su creación. Y era trabajo de ellos respetarlo y hacer todo para proteger a tan débiles humanos.

Ella pensaba que estaba haciendo bien su trabajo, o eso pensaba, protegiendo a los humanos, siguiendo las órdenes de Dios, se consideraba una buena guerrera, por eso en cuanto Dios se fue sin decir palabra de por medio entró en crisis, ¿A dónde se fue? ¿Por qué se fue? ¿Volverá algún día? Esperaba que sí, que volviera, ella se mantendría firme ante los ideales de Dios y lo esperaría ansiosa, y seguiría con su misión principal de cuidar a los humanos. Pero el cielo se volvió un caos, incluso hay ángeles dispuestos a tomar su lugar, algo totalmente loco e impensado… nadie podrá tomar nunca el lugar de Dios. También estaba ese rumor (que su hermano Castiel le comunicó pocas horas después de estar en la tierra) de qué demonios estaban juntando fuerzas para abrirle paso a Lucifer, si eso ocurría todo iba a ser más difícil, no solo para ellos, los ángeles, sino para los humanos que tal vez sufrirían el doble por ser tan indefensos. Iris no quería que eso sucediera.
Incluso que ahora estaba en la tierra, podría tomar algunas medidas y encargarse de buscar a Dios también, tal vez si él estaba con ellos los ángeles se unirían más entre sí y podrían buscar una solución para impedir el regreso de Lucifer (incluso su nombre lograba que la piel de la rubia se erizara, algo que le causo curiosidad al principio pero luego lo relacionó con algo indeseado.)

Buscó incansablemente la forma de contactar con alguien que pueda saber algo sobre Dios y su paradero o tal vez con algún arcángel que pueda saber de él. Así fue que llegó hasta el antiguo recipiente de Miguel, aquel hombre que estaba en un hospital psiquiátrico. Miguel también estaba desaparecido, parecía que ambos habían tomado la decisión de irse y dejar todo a la deriva de aquellos ángeles que necesitaban ser comandados por un superior, ¿acaso no pensaron que cualquiera querrá tomar su lugar? Pero el trabajo de ella no era castigarlos o ir contra los planes de Dios, solo era que necesitaba dar con ellos, necesitaba a alguien que los guíe y que no permitan el levantamiento de Lucifer.

Recorrió el pasillo con curiosidad, sin entender cómo es que los humanos podían permitir que más humanos vivieran en tan detestables condiciones. Llegó hasta la puerta y cuando iba a abrirla otra persona salía de ahí, la observó con curiosidad “veo que no fui la única en buscar respuestas en un pobre recipiente” pensó mientras reconocía a su hermana celestial. –Hola ¿Arial? –dijo a secas, tal vez cualquier humano pensaría que ella estaba casta de sentimientos pues no hubo emoción alguna en ello, –apuesto que el recipiente no sabe nada de Miguel, ¿No es así? Lo que sería una pena, pues yo pensé que él sabía algo que pueda ayudarme… –comentó un poco afligida, estaba equivocada si pensaba que esto iba a ser sencillo. –¿Puedo ayudarte en algo? –Preguntó con una sonrisa ladeada.

**Arial** Miér Ene 14, 2015 1:27 am

Crucé mis dedos, implorando y rezando a alguien, a quién quisiera escuchar mis ruegos, que el envase vacío de Miguen me diera alguna pista certera que me ayudará a encontrar, aunque fuera una pequeña pista, de mi querido padre. No comprendía las razones por las cuales este había decidido abandonarnos de esa manera. Se me cruzaban muchas preguntas, quizá se cansó de estar rodeado de ángeles, de encontrarse en un cielo que ya no podía controlar, por otro lado, esa idea me parecía tan absurda. No. A nuestro padre lo habían capturado y necesitábamos dar con sus captores, nadie tenía ninguna información al respecto, pero se suponía que algún demonio fue demasiado listo para infiltrarse en el cielo y tomar posesión de un ser tan celestial, como lo era Dios. ¿Quién podía tener tanto poder para quebrantar las leyes celestiales?
Mis ideas eran puestas en dudas, ningún demonio podía entrar al cielo, ni siquiera si era invitado por algún ser celestial. Me quedaba la única idea de que uno de nuestros hermanos había cometido el pecado de serle infiel a todos nosotros, llevado, quizá por la ilusión de que habría un mundo mejor si Lucifer se alzaba de nuevo, si llegaba a ser de esa manera, estaríamos en problemas. Los humanos quedarían sometidos a una vida cruel y llena de miserias, no podía permitirlo. Dios no querría ver a su creación de esa manera.
Una voz me quitó inmediatamente de mis pensamientos, allí estaba una de mis hermanas, también con un envase humano, sin duda lucía a la perfección con ella. Esbocé una torpe sonrisa y asentí con la cabeza –Hermana Iris ¿Qué te trae por aquí?- Inquirí mientras me alejaba de la habitación, dejando atrás a un envase vacío, ya no se podía llamar humano, había renunciado a su alma cuando decidió albergar dentro de él a Miguel.
Negué lentamente con la cabeza, mientras el cabello de mi envase se mecía al compás. Era completamente extraño tener que mover cada fibra de aquel cuerpo humano que ahora yo me encargaba de enviarle esas señales al cerebro para que se moviera. El cabello era una de mis partes favoritas de los humanos, que si se los observaba con cautela se movían, bailando con el viento.
-No, es imposible que pueda decir algo- Comenté. Un sentimiento extraño comenzaba a formarse dentro de mi pecho. Podría tratarse de la pena que me causaba que un humano termine en esa forma tan nefasta y triste. Entregarle un cuerpo a un ser celestial tan poderoso como lo era Miguel, podía llevarte a una muerte segura –Miguel sabe cómo borrar sus huellas, si es que sigue todavía entre los humanos. Si no encuentra un envase que sea decente se debilita- Estaba segura de algo, no me quedaría en el mundo de aquellos seres que sufrían por sentimientos efímeros, que compartían con palabras bonitas pero que no sabían llevarlo a los hechos. Se llenaban la boca imaginando situaciones que no podían lograr, sueños que no lo lograban y situaciones que no compartía. No me entraba en la cabeza como aquellos seres tan pequeños, podían tener tanto poder y sin embargo lo usaban para invocar el mal –Los humanos son tan extraños- Fruncí el ceño, un nuevo gesto que había aprendido mientras observaba esa caja enorme que enviaba imágenes de todos los colores, gente que se movía y hablaba, logrando que los humanos se vieran envueltos en sus mentiras, convirtiéndolos en completos idiotas. Debía agradecer, porque había aprendido muchos gestos que usualmente utilizaba –Esos sentimientos que los albergan. Veo que hay momentos que dicen amarse, cuidarse e idolatrarse, pero que ocultan una faceta mucho más oscura, llena de rencores, de odio y de confusiones que llevan a desatarse situaciones tan extrañas. Muertes hay por doquier y no se trata de demonios que corrompen el alma humana, sino de que aquellas criaturas esconden dos mitades. Aman como los ángeles y odian como los demonios- Hice un ademán con la mano y me alejé de la puerta del recipiente vació.
-Caminemos un rato. No creo que nos quiera dar información y no puedo introducirme en sus recuerdos, no creo que sea capaz- Bajé la vista. Miguel no dejaba huellas, era uno de los arcángeles difíciles de encontrar y temía que podía llegar a encontrar en la mente de aquel humano, estaba convencida de que en cuento apoyará mi mano en la frente del humano, me toparía con una pared que me sería muy difícil atravesar sin padecer en ella.

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