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Mensaje  Livila West Jue Ene 08, 2015 11:07 pm

Desde que tengo memoria, todo en este lugar ha sido gris. ¿La esperanza? Es lo primero que ha perdido la gente de este pueblo. A veces miro por las ventanas de la cafetería y tengo la sensación de que la oscuridad se cierne sobre la gente que camina por la calle; como si una bandada de pájaros se interpusiera entre ellos y el sol.
Desde el pasado otoño, he cambiado mucho mi forma de pensar. Ahora acepto que hay cosas que no puedo cambiar, que tengo que dejar ir y, aunque trato de no meterme en ningún lío, los problemas siempre me terminan encontrando y termino enredada con las agujetas de mis propios zapatos. Cuando me pongo a pensar que casi muero es como si mi cerebro no procesase la idea. Siento que estoy echando un vistazo en la vida de alguien más. Pero fui yo. Sólo yo. El día completo se ha borrado de mi cabeza, todo excepto ese momento en particular. El momento del quiebre que separa a la Livila de antes de la actual. Estábamos a un paso de atrapar al Trickster. A veces pienso que creyó que devolviéndonos a la normalidad, a Locke y a mí, dejaríamos de buscarlo. Pero no fue así y apuesto a que todo salió justo como él lo había planeado. Nosotros no fuimos lo suficientemente listos como para darnos cuenta que nuestra idea olía a trampa por todos lados, que era una emboscada.

Fue justo como lo venía viendo hacía meses y había sido tan estúpida creyendo que podía cambiarlo. Ese día se revelaron ante mí los ojos, las caras y las manos que, hasta ese momento, habían sido sombras vacías dentro de mi cabeza. La voz de Locke fue la que me ordenó que no entrase y yo desobedecí. Por la estúpida idea de que éramos un equipo, de que nos cubríamos las espaldas. Nunca pensé que intentando ayudar empeoraría las cosas. Dean estaba ahí también. Él fue quien gritó mi nombre, tratando de advertirme justo antes de que el cuchillo rasgara mi piel. Las manos de Sam fueron las que me atraparon para evitar que mi cabeza golpease peligrosamente el suelo. Las luces parpadearon ante mis ojos, porque todo empezaba a apagarse para mí. La tensión del ambiente se quebró con el estallido de la Magnum. Ese es mi último recuerdo: los disparos. Cuando desperté en el hospital, lo primero que pensé fue que todo había sido un sueño. Ni siquiera tenía un rasguño. Aún así, estoy segura de que no lo fue. Me he sentido diferente desde ese día, como si algo me faltase dentro del pecho. Apretar el crucifijo de madera de boj, que recogí del respaldo de la silla que estaba en mi habitación, no lo hace mejor; pero es la única prueba que tengo de que fue real. Algo pasó esa noche. Yo no estoy loca.

Ya no me asusta la oscuridad ni la noche. He aprendido que las criaturas mas terroríficas y peligrosas caminan entre nosotros a plena luz del día. A pesar de que no era tan tarde, la gasolinera no estaba para nada concurrida. La cafetería que había dentro, donde también vendían algunos artículos de almacén, no presentaba mucho movimiento. Había un chico en una motocicleta cargando gasolina y estaba yo, limitándome a meter un par de monedas en una máquina de gaseosas. Volteé hacia las bombas, justo antes de que un Chevrolet Impala modelo '67 se estacionase junto al chico de la motocicleta. Conocer ese auto no me provocaba ningún alivio en absoluto. Dean bajó del auto a toda prisa, azotando la puerta como nunca creí que lo haría (porque su "bebé" era su posesión más preciada) y Sam... simplemente no estaba con él. Eso nunca era una buena señal. Caminó hacía mí con la mandíbula apretada en una mueca casi furiosa y me aplastó contra la máquina sujetándome por el cuello. Sentí el frío cañón de su arma contra la piel de mi frente, casi me costaba respirar por la presión que ejercía su antebrazo contra mi cuello.
- ¿¡Dónde demonios está Sam, perra!? ¡Habla! - vociferó, golpeándome la cabeza contra la máquina.
Tosí repetidas veces pero siguió sin aflojar su antebrazo y presionó el arma aún más fuerte contra mi cabeza.
- No sé... -

Busqué con la mirada alrededor. ¿Por qué nadie veía lo que pasaba y venía a ayudarme? Ni siquiera podía distinguir al muchacho de la motocicleta que hasta hacía dos minutos estaba junto a uno de las bombas de combustible. La cafetería había quedado desierta también. Dean apretó tan fuerte el arma que creí que me iba a atravesar la cabeza, cerré los ojos y escuché un estallido...
La lata de gaseosa cayó de la máquina, con un pequeño estruendo, a mis espaldas. Me encontré mirando fijamente al muchacho de la motocicleta, que estaba devolviendo el pico del surtidor al costado de la bomba.
- ¿Estás bien? - me preguntó.
Asentí con la cabeza, algo aturdida, mientras rebuscaba desesperada dentro del cuello de mi blusa. Busqué la cruz de madera que llevaba cerca del pecho, allí donde ese vacío eterno se abría paso de vez en cuando, y la aferré hasta que sentí dolor.
- Real. - murmuré para mí misma.
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Mensaje  Dean Winchester Lun Ene 26, 2015 12:07 am

Había dejado a Sam por un momento solo en el motel, era tiempo de que el pequeño tomara un descanso después de aquel caso complicado con la malvada madrastra de aquella pobre niña, mientras que yo me ocuparía de la cena y de cargarle algo de gasolina al auto para la partida de mañana en busca de algún nuevo caso y la ubicación de la maldita Colt nuevamente desaparecida.
Me subí a mi bebé y sin prestar demasiada atención hacia donde me dirigía, tome la ruta de aquel lugar desierto en busca de una gasolinera y un poco de comida chatarra para mis entrañas que comenzaban a rugir pidiendo a gritos un poco de colesterol para mi sangre, sin duda aquello era la gasolina que necesitaba mi cuerpo para salir adelante.
El tema “Kashmir” de Led Zeppelin comenzó a sonar por los parlantes del auto, ocupando todos mis pensamientos con aquel hermoso tema para mis oídos por un buen rato, no quería pensar más nada por un buen momento, me daba impotencia pasar horas buscando una respuesta y aun así nunca conseguir avanzar en el maldito tema.  Exhale un suspiro y apreté mis manos contra el volante de mi auto, detestaba sentirme así y tener que ocultarlo constantemente  de mi pequeño hermano, aun no me sentía seguro para comentarle lo que realmente sucedería o mejor dicho lo que comenzaría a sucederle a él en algún momento de esta maldita y misteriosa vida… Ni siquiera yo sabía que iba a pasarle realmente, papá no había sido para nada específico con los cambios de Sam. De repente un pequeño fragmente de aquel tema hizo que mi mente se saliera completamente de aquel tema y recordara a mi padre… “oh, father of the four winds fill my sails”… no había un solo día donde no me preguntara que sería de él… aún tenía la duda de si se encontraba en aquel horrendo lugar o vagaba entre los vivos como algo sobrenatural, deseaba sacarme aquella maldita incógnita de una vez por todas, pero por lo visto las respuestas no estaban de mi lado, la suerte últimamente prefería esquivarme antes de ayudarme… Maldición.
Apreté con fuerzas el acelerador y sentí como el motor rugía, tomando una gran velocidad. Tenía bronca dentro de mí y quería que se saliera de una maldita vez por todas. Detestaba ser aquel sujeto que no parecía ser yo… Comenzaba a sentirme perdido en mi propio cuerpo.

Doble en una estrecha curva y visualice a unos kilómetros un cartel luminoso, esperaba que aquello fuera una gasolinera y no un motel, ya que no lo necesitaba en aquellos momentos, no tenía la compañía de ninguna señorita voluptuosa en mi vehículo, aun no… A pesar de que en aquellos momentos no era una mala idea tener esa compañía para descargar un poco de mi ira, el buen sexo siempre era una buena manera de descargar lo malo y disfrutar de lo bueno.
-Genial!
Comente para mí mismo al ver que aquel cartel finalmente era lo que deseaba, por lo visto mi suerte comenzaba a cambiar y eso me estaba poniendo de buen humor. Dibuje una pequeña sonrisa en mi rostro y gire hacia la derecha para ingresar en el lugar. Parecía estar bastante recurrido, pero yo optaría por lo rápido, tomaría unas gaseosas, cargaría el tanque y me marcharía en busca de algo de comida, no me gustaba dejar tanto tiempo a mi pequeño hermano solo en el motel, aunque sabía que él podía cuidarse solo.
Estacione el auto en uno de los surtidores vacíos y observe detenidamente donde se encontraba la máquina de refrescos, no quería cruzarme con ningún demonio y deseaba hacer las cosas lo más rápido posible. A unos pocos pasos de donde me había estacionado pude ver la maquina junto con la silueta de una jovencita. Sin percibir ningún peligro me baje del auto y camine tranquilamente hasta mi objetivo, tal vez me ganaría una buena noche de sexo además de las bebidas.
A solos dos pasos de aquella jovencita, pude notar que era rubia, de estatura promedio de una mujer y que su respiración se encontraba algo agitada, a pesar de no verla de frente, sus rasgos por detrás me decían mucho más de lo que necesitaba. Di unos pasos más hacia la derecha y pude observar su perfil, había visto en alguna que otra ocasión a la rubia y sabía que no era en lo absoluto una amenaza para mí, por extraño que sonara, cada vez que observaba a una mujer rubia sola en algún lugar y de noche temía porque fuera la maldita perra de Ruby, que con su despampanante cuerpo, su actitud demoniaca y sus palabras irónicas llenas de maldad podían lastimar y sacar lo peor de mí  y de cualquier persona que la rodeara. Era mala, pero aun así era buena en su trabajo y no descansaría hasta obtener de los Winchester lo que necesitaba para ser la más poderosa entre sus asquerosos hermanos.
Quite aquellos pensamientos de mi mente, era mejor no pensar en ella, lo único que me faltaba era que la llamara telepáticamente para compartir una charla poco agradable entre tres como había sucedido mucho tiempo atrás.
-¿Qué haces rubia?
Comente al mismo tiempo que me acercaba a la máquina de gaseosas en busca de dos refrescos para acompañar la futura comida que aun debía buscar en algún sitio cercano al hotel. Coloque una de mis manos en el bolsillo de mi pantalón en busca de algunas monedas para habilitar aquella vieja máquina y tomar mi pedido lo más rápido posible, aún tenía muchas cosas por hacer.
-No soy un vampiro muñeca, por ende aunque reces el padre nuestro no me harás daño.
La expresión en su rostro y sus manos aferradas a una cruz en su pecho me daban a entender que había recibido un gran susto y aun no lograba recomponerse de aquel ataque. Coloque el cambio en la máquina y solicite dos coca-cola, tal vez Sam prefería una ligth pero no iba a llevar aquella bebida homosexual dentro de mi auto, si la policía llegara a pararme sospecharía de mí y esa no era la idea, además un poco de azúcar en el cuerpo de Sam no le vendría para nada mal, últimamente su falta de humor y su figura esquelética me hacía recordar a los viejos adornos que se colocaban en las noches de Halloween. No pude evitar ante aquellos pensamientos graciosos dibujar una pequeña sonrisa en mis labios, sin duda después se la repetiría a Sam para reír juntos, aunque el pequeño solo regañaría entre dientes y no entendería mi humor hacia él.
-¿Te encuentras bien, rubia?.
Pregunte observando a Livila, si mal no recordaba su nombre, frente a mí, sin duda aquella no era la hora y mucho menos el lugar adecuado para una chica como ella, lo sobrenatural acechaba a cualquier hora y su blanco fácil eran las jovencitas débiles y sumisas como era Livila. Podía hacerse la fuerte, pero era mujer y ellas no lograban quitarle el miedo a lo sobrenatural. Pensamiento machista, pero cien por ciento cierto.
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Mensaje  Livila West Vie Ene 30, 2015 10:23 pm

Las palabras de Dean me sacaron de mi ensimismamiento. Me repetía mentalmente lo mismo una y otra vez mientras mi corazón retumbaba violentamente dentro de mi pecho.
No es real... Es sólo mi imaginación.
Se sonrió mientras me decía "no me harás daño." No, no le haría daño. Era él quién iba a hacerme daño a mí, de hecho... mucho más que eso. Cosas terribles pasarían si accedía al pedido de Ruby, si Sam usaba sus poderes. ¿Dean estaba al tanto de las cualidades especiales que albergaba su hermano? La cruz de madera se me incrustaba dolorosamente en la palma de la mano mientras trataba de recuperar el aliento. Sentía como si hubiera corrido una maratón.
Analicé las facciones de Dean mientras oía como las monedas que depositaba en la máquina caían provocando un agudo ruido metálico. Era real.


- ¿Te encuentras bien, rubia? -
Quería decir que sí pero mi voz parecía haberse esfumado. Sentía la boca seca y la lengua pegada al paladar. La última vez que su rostro había aparecido en mi cabeza, todo había sucedido tal cual lo había predicho. De algo estaba segura: no correría dos veces la misma suerte. Las cosas estaban empeorando más rápido de lo que hubiese querido. Las visiones eran más frecuentes, cada vez me costaba más desconectarme de ellas y estaban empezando a dejarme secuelas... físicas. Eso no podía ser bueno y no había nadie a quién pudiese pedirle ayuda o contarle sin arriesgarme a generarle una preocupación.

Asentí algo aturdida y me apresuré a sacar la lata de Coca Cola para evitar que chocase con las bebidas que Dean había pedido. ¿Qué hacía en ese paraje? Había estado pensando en Dean durante semanas. Me preguntaba si, dentro de todo lo malo que estaba haciendo, lo correcto era confiarle el rumbo oscuro que había tomado mi vida en esos últimos meses. Quedaba claro que era una persona más que conocedora del tema pero era dueño de un temple más que abrupto y duro, peligroso. Me imaginaba que no haría falta ni la mitad de mi relato para que Dean estuviese poniendo la cabeza de Ruby en la punta de una lanza. Observé por encima del hombro de Dean dentro del Impala y no logré distinguir ningún acompañante. ¿No estaba con Sam?
- ¿Qué hacés aquí? La última vez que te vi... Quiero decir, creí que Sam y tú estaban tras un caso. -
Era raro y para nada alentador saber que los Winchester andaban por separado. Eso le daba más oportunidades a Ruby, y a cualquier otro demonio, de acercarse a Sam. A pesar de ser un cazador experimentado, que estaba segura que sabía defenderse muy bien, los demonios eran una raza que no era para nada de fiar.

Una película perlada me opacó la vista, volviendo bastante borrosa la cara de Dean. Bajé la vista, con naturalidad, hacia la lata de gaseosa mientras la abría. El "click" de la chapita hizo eco en la gasolinera y sus alrededores desiertos.
- Es bueno verte de nuevo. -
Realmente lo era. No hacía mucho había vuelto a cruzarme con Sam. Al menos sabía que los dos estaban en una pieza. Aún me preguntaba y repreguntaba si debía confiar en él, si debía hablar o quedarme callada.
¿Qué harás Livila? Debes elegir.
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