1x01: After all... I'm lucky, ain't I? {Libre}

Estar en una ciudad desconocida no era una situación precisamente nueva para mí. Sí lo era el hecho de querer establecerme al menos por un tiempo. Necesitaba un trabajo para poder juntar dinero; de otra manera se me haría imposible viajar. Afortunadamente mi tío me prestó su auto… por una cantidad de tiempo indeterminada. Lo aproveché lo más que pude para poder viajar y movilizarme, pero en cualquier momento sonaría mi teléfono y mi tío podría decirme que se lo devolviera… y la comodidad de los asientos del coche se transformarían en la irritación de tener que viajar junto a otras treinta personas en un bus.

Ni bien llegué busqué un motel en donde parar. No fue difícil encontrarlo. La habitación estaba… bien, dentro de todo. Podría decirse que he estado en lugares peores. Al menos estaba limpia y ordenada. No es que hubiera muchas cosas que ordenar en la misma, pero al menos no me encontré con ningún bicho debajo de la almohada como me ha pasado en otros moteles. De tan sólo recordarlo me asqueo.

Me di una ducha y me cambié de ropa. Seguidamente encendí mi notebook y chequeé las últimas noticias de los periódicos que sigo en internet. Había algún que otro acontecimiento con explicaciones vagas, pero nada que me llamase la atención en particular. Las páginas de ocultismo de las que soy parte no tenían actualizaciones significativas y todo parecía estar… extrañamente normal. O quizás yo estaba leyendo muy por encima; no podía negar que me sentía cansado y sin ganas de leer particularmente. Había viajado bastante hasta llegar a la ciudad en la que me encontraba y necesitaba relajarme un poco antes de volver al ruedo.

Necesitaba… necesitaba un trago. Eso era lo que necesitaba. Agarré mi chaqueta y me dirigí hacia la recepción del motel. Luego de cruzar unas palabras, el encargado me indicó dónde quedaba el bar más cercano y alguna que otra curiosidad sobre el lugar. Le agradecí gentilmente y me dirigí hacia allá. No era lejos así que decidí caminar. Además, estaba harto de andar sentado. Necesitaba estirar las piernas.

Encendí un cigarrillo en el camino, y dejé que la brisa nocturna me pegara suavemente en el rostro mientras caminaba. Suspiré. ¿Realmente podría establecerme? Me daba pereza buscar un trabajo y sabía que tarde o temprano tendría que buscar una vivienda. Lo peor era saber que si lo deseaba podía volver con mi tío, en donde ya tendría todas esas cosas. Pero esa era la salida fácil. Además, no puedo mantener a una persona cerca de mí por mucho tiempo sin que se vuelva peligroso… así ha sido mi vida desde hace ya diez años. Me cuesta pensar que eso podría cambiar.

Entre el divague mental y el cigarrillo que se consumió en su totalidad, llegué a la puerta del bar. Tiré el filtro de cigarrillo al piso y lo pisé, luego me adentré en el lugar. La música no sonaba demasiado fuerte, el lugar tenía buen aspecto y no estaba del todo lleno. Me dirigí a la barra y me senté frente a la misma. –Una cerveza, por favor- Ordené al bar tender amablemente, y mientras esperaba que sirva miré a los alrededores. Era irónico como estando en medio de tanta gente, yo me sintiera tan solo. La soledad es una de las cosas más difíciles de ser un cazador. Pero quizás por esa noche podría olvidarme de la soledad, y dejar que la cerveza me hiciera compañía. Al final del día, tengo un auto, algo de dinero, y buena salud. Después de todo… Soy afortunado… ¿O no?

El lugar no estaba rebasando de gente, eso me agradaba. Siempre odié tener que ir a bares en donde apenas podía moverme y mi espacio personal se veía comprometido. Giré mi cabeza hacia la puerta por un momento. Había unas cuantas personas entrando. Calculé que todos serían amigos por cómo se trataban los unos a los otros. Parecían estar pasándola bien.

Siempre evité esas situaciones desde que era un adolescente. No porque no me gustaran, al contrario, me encantaría poder formar parte de un grupo como ese. Pero simplemente hubo hechos que me hicieron tener que tomar medidas drásticas. Sacudí la cabeza, decidiendo dejar de perderme en esos pensamientos durante la noche. Al retomar la mirada a la puerta, vi a un hombre entrando solo. Un chico rubio de expresión algo severa. Se dirigió rápidamente hacia una mesa. No le di mucha importancia, ni tiempo tuve de hacerlo, ya que tenía la cerveza frente a mí.

Tomé varios sorbos de cerveza ni bien la recibí. Se sentía genial recibir esa sensación de frescura mientras bebía. Suspiré lentamente mientras apoyaba la pinta sobre la barra esbozando una media sonrisa de manera cautelosa. Miré la televisión que se encontraba colgando de una esquina: deportes. Aburrido, pero cambiar el canal no era una opción. Así que miré desganadamente mientras bebía.

Una conversación llamó mi atención no muy lejos de mí, en una de las mesas cercanas a la barra. Un tipo intentaba convencer a una mujer de… llevarla a su “lugar”. La mujer se mostraba algo reacia pero el hombre seguía insistiendo. Intenté agudizar el oído para escuchar mejor lo que decían. A simple vista parecía una simple escena de flirteo pero… algo no me estaba gustando. Algo desencajaba de lo “normal” Fruncí el ceño mientras terminaba mi cerveza y comía algunos maníes, dando la espalda hacia la mesa para no quedar tan obvio. Miré con disimulo alrededor, para ver si podía captar alguna mirada cómplice. Más de una vez me encontré algún otro cazador en el mismo bar en donde estaba y a veces nos entendíamos con la mirada entre nosotros. Por supuesto eso es relativo pero no perdía nada con intentar.

Nada. Al menos nada que yo pudiera percibir. Parecía que me encontraba solo en ésta. Y yo que pensaba que ésta iba a ser una noche de relax. No hay tal cosa para un cazador.

Finalmente la mujer accedió a los pedidos de este hombre, aludiendo tener que volver temprano a su hogar. Cuando se puso de pie, distinguí en su pierna –visible dado que llevaba un vestido ajustado, corto por sobre las rodillas- una marca. ¿Acaso este hombre la estaba obligando a ir con él? Seguí con la mirada a la pareja a la vez que se retiraba del lugar, y fue cuando fijé la mirada en él que lo descubrí.

-Algo me dice que no eres de los que se broncean muy seguido…- susurré muy por lo bajo para mí mismo mientras ponía el dinero de la cuenta en la barra -…o en absoluto…- agregué poniéndome de pie, y saliendo del lugar unos instantes luego de la pareja.

La puerta se abrió nuevamente y el lugar se llenó del bullicio característico de un grupo de adolescentes que entró a las carcajadas y a los empujones. Rick no añoraba ni deseaba la vida social activa que tenían otros muchachos de su edad. Le hubiese gustado ir a la universidad, eso era verdad pero entendía que debía alejarse de las grandes masas de gente si quería encontrar lo que buscaba. No era algo que hiciese forzosamente, le gustaba estar solo. La mayoría de sus relaciones, si es que había tenido alguna, no duraban más de uno o dos meses. Era una persona que estaba en constante movimiento, viajando, y eso no era para nada compatible con arraigarse a lugares o a personas.
La ráfaga de aire fresco que trajo el grupo de jóvenes cuando abrió la puerta lo abofeteó con una ola de ese hedor agrio que tanto detestaba. Era demasiado fresco y fuerte, definitivamente había alguien en el bar que no debía estar allí.

El mesero dejó, sin mediar palabra, la jarra de cerveza frente a Rick con un golpe seco. El tipo olía a tabaco, sudor y sangre seca, quizá de alguna pelea callejera. Apestaba pero era un humano ordinario. Rick le dio un gran sorbo a la cerveza fría mientras observaba alrededor. Había tres tipos en la barra. Dos de ellos conversaban juntos, observando algo que tenían sobre la mesa. Había otro, flacucho y algo esmirriado que estaba solo. Las mesas estaban casi vacías, exceptuando el gran caudal de jovenes bulliciosos que habían entrado hacía unos momentos.
Encontrarlo no le era tarea fácil, había demasiada gente. Los sonidos y los olores se mezclaban cargando demasiado sus sentidos.

- Pues que mal porque estoy seguro de que quieres venir conmigo. -
Rick observó por el rabillo del ojo buscando la voz que había llegado a sus oídos. Era una voz calmada, monótona, casi hipnótica. Observó a su derecha que provenía de una pareja que conversaba. Más bien, el tipo era el que hablaba.
- Debería irme, lo siento. - se excusó la muchacha, que lucía mucho más joven que el hombre.
Le sorprendió que la mesa que había entre ellos estuviese vacía. ¿A qué iba una pareja  a un bar si no era a tomar algo?
Ese tipo tenía algo que a Rick le hacía ruido y lo confirmó segundos más tarde. Tomó suave pero firmemente el antebrazo de la muchacha, mirándola a los ojos.
- ¿No me oíste? Tú quieres venir conmigo. -
Rick tuvo que controlar el impulso de salir disparado de la silla. Era él y no quería imaginar qué era lo que le iba a hacer a la pobre chica a la que estaba obligando a ir con él. Repentinamente el ánimo de la muchacha cambió, como si alguien hubiese accionado un botón. Asintió sonriendo accediendo a la invitación del tipo. ¿Acaso la estaba manipulando?

La pareja abandonó el lugar seguida, uno o dos minutos después, por el muchacho esmirriado que estaba en la barra junto a los otros dos tipejos. Si tenía suerte y ese era un joven cazador, Rick no tendría que mover un dedo para solucionar ese inconveniente. No le gustaba implicarse en asuntos ajenos aunque, por un momento, el hecho de que una mujer fuese la que estuviese en peligro casi lo había impulsado a levantarse de su asiento.
Vació de un solo trago lo que quedaba en el vaso y volvió a hacerle un gesto al cantinero para que le trajera otra cerveza. Ojalá el muchacho tuviese suerte. Clavó su vista en el viejo televisor, que mostraba un juego de fútbol americano, mientras esperaba su bebida.

Cuando salí alcancé a ver a la pareja yendo hacia la esquina. El tipo la tenía pegada a él por la cintura a la pobre muchacha.  Apuré el paso  y cuando llegué a la esquina allí estaba él, sus colmillos en todo su esplendor a punto de rasgar la carne del cuello de la joven. Me acerqué y lo tomé de los hombros, alejándolo de la mujer y lanzándolo a un costado. -¿Qué pasó con eso de conquistar a una mujer? Hoy en día son todos rollos de una noche.- dije irónicamente –O… mordidas de una noche.-

El vampiro me miró con furia y embistió contra mí sin molestarse en responder. Caí al suelo con el tipo encima y quedé forcejeando con él. En eso escuché los sollozos de la muchacha que estaba entrando en pánico. -¡Corre! ¡Huye de aquí!- le grité mientras intentaba alejar la mandíbula del monstruo de mi cuello.

La chica salió corriendo despavorida. Un problema menos, exceptuando el hecho que me estaban por morder en la yugular. Pegué un cabezazo al vampiro y eso me dio tiempo a ponerme de pie. Lanzamos unos cuantos puñetazos, fueron más lo que recibí que los que di. El vampiro estaba llevando el hilo de la pelea y yo no me veía nada bien. ¿Sería el cansancio quizás? Una patada en el estómago me tiró contra una puerta que se abrió con el impacto, haciendo que cayera al suelo instantáneamente. Mientras intentaba ponerme de pie miré alrededor. Momento, ¿Estaba nuevamente en el bar?

La mirada del camarero no era para nada amigable, seguro se veía venir la pelea. El vampiro entró hecho una furia y de un puñetazo me hizo tambalear y terminé contra la barra. Afortunadamente reaccioné antes que me volviera a golpear y esquivé el segundo puñetazo. Empujé al vampiro en dirección de la mesa en donde había estado sentado.

-¡Oigan ustedes, lárguense de aquí!- reclamaba la voz gruesa del camarero pelado.
-Lo siento, él ya se iba…- logré responderle, algo agitado.  Quise pegarle una patada a mi enemigo pero fallé. –Joder, hoy estoy oxidado- murmuré para mí mismo. En ese momento mi oponente me pegó una serie de puñetazos alternando sus puños izquierdo y derecho. Empecé a trastabillar hacia atrás, tratando de dirigirme a la salida para evitar más problemas en el bar. La gente ya se estaba alarmando. Un puñetazo me dejó mirando directamente a la mesa en donde estaba el chico rubio sentado con su… jarra.

–Permiso- dije tomando la jarra de la mesa y rompiéndola contra la cabeza del vampiro, que quedó aturdido por un momento, el cual aproveché para patearlo hasta la calle. Antes de salir miré a alrededor con rapidez: se me había ocurrido una idea. La barra. Botellas. Con Vodka. Me acerqué y con suma rapidez tomé una botella de Vodka –La pagaré, lo prometo- le dije al mesero que ya me odiaba, calculaba yo.

Salí a la calle y el vampiro estaba lleno de rabia –Ey, muchacho- le tiré la botella, la cual se rompió en pedazos y lo empapó. –Arde-Dije por lo bajo. Saqué mi encendedor, lo prendí y se lo arrojé. El grito que pegó el tipo fue desgarrador. Dejé que se retorciera un poco y luego me acerqué, sacando la estaca que tenía en el bolsillo interior de mi chaqueta. Le clavé la estaca en el corazón, y se hizo polvo.

Tomé aire y suspiré, volviendo a entrar al bar con cara de pocos amigos. Ahora estaba cansado y de mal humor. Y hambriento. El mesero se me vino encima, pero levanté las manos a la altura de mi pecho en signo de paz. –No voy a causar más problemas. Sólo… sólo dime cuánto te debo por esa botella y…- miré al chico a quien le había “robado” una cerveza. Si bien la jarra estaba vacía no es nada bonito que alguien venga, la tome y se la parta en la cabeza a otro, todo delante de tus ojos. –Tráigale otra cerveza a este muchacho.- El mesero se dirigió a la barra sin quitarme la mirada de encima. –Hey- le dije al rubio –Siento lo de la jarra… si quieres... puedes ordenar algo más, yo pago.- le ofrecí a modo de recompensa. Suspiré una vez más mirando mi billetera, preparándome para que el pelado me dijera que tengo que darle doscientos o trescientos dólares. Y eso significaba una semana menos en el motel.

El encuentro deportivo se estaba tornando monótono. Ninguno de los dos equipos parecía ser muy bueno. El fútbol americano siempre le había resultado interesante a Rick, quizá por la rudeza del deporte. Claro estaba que, al no saber controlar su fuerza como era debido, era muy probable que fracturase varios huesos si intentaba tacklear a alguien. Rick percibió por lo bajo, sonidos provenientes de la calle. Seguro a ese tipo le estaban dando su merecido.
¡BAM!
Un estruendo cortó el sonido de las conversaciones jocosas que llenaban el aire del lugar cuando el muchacho, que había abandonado segundos antes el bar, hacía una entrada no tan gloriosa por la puerta que era arrancada de sus goznes. Rick se alegraba de no haber apostado dinero contra el vampiro pues, al parecer, iba ganando. El camarero se acercó a sumesa, hecho una furia, y apoyó violentamente la jarra de cerveza salpicando un poco alrededor; al tiempo que trataba de amedrentar la pelea a los gritos.
-¡Oigan ustedes, lárguense de aquí!-

El muchacho llevaba claramente las de perder. Quiso defenderse del vampiro y falló, yendo a parar a trompicones a la mesa de Rick.
- ¡Wow! - dijo él, incorporándose rápidamente con las manos en alto.
No tenía nada que ver con eso y no pensaba involucrarse. Aunque si era un vampiro el que salía seriamente lastimado o peor, por qué no...
-¡Hey! ¡Esa es mi cerveza! - se quejó, cuando el muchacho arrancó la jarra de la mesa para romperle la cabeza al otro tipo.
Desaparecieron fuera del bar por unos minutos. Enseguida la gente comenzó a murmurar, algunos hasta se retiraron del lugar y otros no hicieron caso del hecho. Seguro que en un bar así eran frecuentes las riñas entre clientes.
Rick se preguntó qué tramaba realmente ese muchacho cuando entró corriendo a tomar una botella y volvió a salir. Si que era un suicida.  El cantinero estaba bastante furioso y no era de esperar menos, dado que la puerta de entrada ahora estaba en el piso. Se fue encima del muchacho en cuando este cruzó la puerta de regreso, por tercera vez.
Rick se levantó bruscamente alzando un brazo sobre el cantinero. Estaba más que claro que el pobre joven ya había tenido suficiente emoción por una noche y, por lo mal que lucía, no estaba seguro de que pudiese soportar otra pelea.

- Está bien. Viene conmigo. -
El cantinero se dispuso a replicar ese comentario. Habían destruido su bar, todo estaba hecho un desastre y eso era culpa de ese chico. Rick le dirigió una mirada severa al cantinero, que retrocedió, y volvió a tomar asiento.
Negó con la cabeza ante la invitación. No le gustaba deberle nada a nadie, haber intervenido ya había sido mucho viniendo de él.
- ¿Qué demonios estabas pensando, chico? ¿Acaso querías que te mataran? -

Todavía podía sentir mi corazón acelerado palpitando en mi pecho, lentamente relajándose aunque la tensión seguía presente por todo mi cuerpo dadas las golpizas y los nervios de la situación que se estaba dando en ese momento. Odiaba cuando esas cosas sucedían, he causado daños peores en otros lugares, pero tuve la suerte de haber tenido la oportunidad de correr. Y no volver. Nunca.

Apenas y quería responderle al cantinero, cualquier insulto o argumento que pudiera escucharle decir probablemente ya los había oído. Sin embargo ese hombre no se rendía –actitud completamente razonable; después de todo era mi culpa que el bar fuera un desastre-. Afortunadamente para mí, el rubio se acercó y decidió ayudarme, frenándole el carro al cantinero que estaba hecho una bestia. Murmuré algunas cosas como intento de respuesta pero estaba cansado, estaba agradecido que el chico ese me hubiera ayudado.

Me senté con él y suspiré, pasando una mano por mis cabellos mientras escuchaba al chico preguntarme en qué demonios estaba pensando. –No estaba pensando…- respondí con voz calma. La mayoría de las veces que me encontraba en una caza “De rutina” como la que había tenido, actuaba de manera automática. Sonreí ligeramente ante su segunda pregunta –Si quisiera eso creo que ya estaría muerto ¿No?- sacudí la cabeza –Gracias por ayudarme con el grandulón. Pensé que me iba a ligar una segunda paliza… Oh Dios…- dije percatándome que mi chaqueta estaba llena de polvo del vampiro ese.

Me sacudí un poco quejándome en voz alta – ¡Ésta ropa es de marca! Maldito chupasan…- me detuve en seco. Casi lo arruino -…chupa...pollas…-

“Genial Sebastián, elegiste la manera más apropiada y para nada incómoda para arreglar tu error” pensé para mí mismo.

Me aclaré la garganta intentando disimular el hecho que me había sonrojado ligeramente y sacudí un poco más mi chaqueta, con cuidado de no molestar al chico en frente de mí con el polvo. –Soy Sebastián. Un gusto. Quisiera poder haberme presentado bajo mejores circunstancias.- El camarero se acercó y apoyó una cuenta en la mesa, golpeando un poco la madera como para imponer respeto.

-No te irás de aquí sin dejar hasta el último centavo.-
Lo miré de costado y asentí –Sí, señor…- Tomé la cuenta unos segundos después que se haya alejado -¡¿Quinientos dólares?!- acoté. Leí el detalle y me di cuenta que había producido más daño de lo que había imaginado: costes de reparación de mesas, jarras rotas, la botella de vodka, costes de reparación por la puerta frontal… Miré hacia la entrada del lugar. La puerta estaba en el piso y las visagras estaban arrancadas –Wow, con razón me duele tanto la espalda, el maldito me empujó con fuerza… Ah… esto es justo lo que necesitaba.- Dije tomando mi billetera y dejando el dinero sobre la mesa junto a la cuenta. –¿Alguna vez has tenido que elegir entre comer una sola vez al día y dormir en una cama o en el suelo? No es una decisión fácil- le dije al muchacho con un tono de resignación, queriendo sonar algo gracioso como si todo eso me causara gracia de alguna retorcida manera. A veces funciona como método de defensa contra la depresión.

Adoptó una pose despreocupada, desparramando su ancha espalda en el respaldo de la silla, algo maltrecha. Observó los daños que habían quedado alrededor: la puerta estaba tirada en el piso, completamente arrancada de sus goznes, había sillas destrozadas, vidrios rotos, por mencionar algunas cosas. Definitivamente haría falta más que una mirada intimidatoria para que el cantinero no le reclamase dinero por los daños a ese pobre joven.

– No estaba pensando… - confesó el muchacho.
Vaya que Rick se había dado cuenta de eso. Era bastante obvio que cualquiera que se lanzase en una misión suicida de esa magnitud lo que menos hacía, en primera medida, era razonar.
Rick se pasó la mano por la nuca, incómodo, no recordaba cuando lo había invitado a sentarse en su mesa. Había sido más que suficiente salvar su trasero frente al cantinero pero de ahí a querer hacer amistades, había un largo trecho. Asintió con la cabeza ante el agradecimiento. No era de piedra, sentía un poco de compasión por el chico y si podía ayudar a evitar otra pelea, bueno... No le conllevaba un gran esfuerzo intimidar a algún que otro tipejo.
No pudo evitar soltar una carcajada cuando el chico se compadeció del estado de su vestimenta.
- ¿Casi te arrancan la cabeza y lo primero que piensas es en tu ropa? Eres raro, chico. -

Estuvo a punto de quedar expuesto frente a Rick, lo cual dejaba al descubierto que, además de ser novato, no era para nada listo. Dijo llamarse Sebastián, a lo que Rick respondió con un movimiento de cabeza. Estaba a punto de decirle su nombre cuando el cantinero, furioso, volvió a la carga con un papel que casi atraviesa la mesa por la fuerza con la que lo arrojó.
- No te irás de aquí sin dejar hasta el último centavo. -  le reclamó.
Sebastián, quien parecía no tener idea de dónde estaba parado, observó alrededor para llevar cuenta de los daños materiales que había causado la pelea. Se compadeció de su mala suerte y dejó de mala gana el dinero sobre la mesa. ¿500 billetes? Ese tipo si que le estaba viendo la cara. Dudaba que al joven le quedara un centavo en su maltrecha billetera después de dejar eso ahí.
- ¡Oye! - le reclamó Rick al cantinero, poniendo una mano sobre el montón de dinero y levantándose de la mesa. - Quizá coincidamos en que el flacucho no parece muy listo pero eso no quiere decir que puedas aprovecharte para timarlo. ¿500 dólares? Este lugar con todo lo que tiene adentro vale menos que eso. -

La poca gente que quedaba en el bar, salió disparada del lugar. Nadie quería presenciar dos peleas en una misma noche. En ocasiones, Rick luchaba entre sus ganas de involucrarse y las de mantenerse al margen. Odiaba la injusticia, no podía permitir que el dueño de ese asqueroso bar se aprovechase de un chico que parecía no tener donde caerse muerto.
- Nadie se va de mi bar sin pagar. - le amenazó, dándole golpecitos en el pecho con su gordo dedo índice.
Rick tomó la mano del cantinero y la apartó, torciéndola, con la fuerza justa para no romperle la muñeca.
- No me gusta que la gente me toque a menos que quiera comenzar una pelea y creo que este lugar ya tuvo suficiente por una noche.  -
El cantinero retrocedió maldiciendo. Rick se movió lentamente, tomó el dinero y lo deslizó sobre la mesa hacia Sebastian. El cantinero no sería tan estúpido como para iniciar una pelea con él.
- No creo que tengas más buena suerte por hoy. Si fuera tú, me iría antes de que el gordo cambie de idea. - le sugirió Rick a Sebastián, dándose vuelta hacia el agujero que había oficiado de puerta hasta hacía unos minutos.
Tanto ajetreo ya le había quitado las ganas de pasar una noche en paz. Era hora de seguir camino.

Sí, casi me habían arrancado la cabeza. Pero estuve en esa situación tantas veces que podría decirse que hasta me acostumbré a ello. Sin embargo, mi ropa… había pagado mucho dinero por ella, cuando lo tenía, claro está. Esbocé una media sonrisa a modo de respuesta por su comentario de ser raro. Al menos mi desliz pareció haber pasado desapercibido.

Y luego esa cuenta. No tenía idea realmente de cuáles eran los costos para arreglar una puerta o de cuánto costaba mantener un bar, aunque sea un bar de mala muerte como ese. El chico rubio no tuvo oportunidad de presentarse dado que el cantinero lo interrumpió. Pero ni bien terminé de quejarme y poner el dinero sobre la mesa, el muchacho le reclamó al cantinero. Otra vez me estaba defendiendo. Hacía tiempo que nadie se molestaba en hacer algo así por mí.

Un momento, ¿Qué no soy listo? Abrí ligeramente la boca como para protestar acerca de eso, pero me detuve instantáneamente. No tenía sentido protestar, después de todo esa noche me estaba comportando como un tonto. El cantinero le hizo frente al muchacho.

“Genial, como si el vampiro fuera poco ahora terminarás en una pelea de bar… con humanos”

Miré a la gente retirarse del lugar, eso se estaba poniendo feo. Sin embargo el rubio ni se inmutó ante la amenaza del cantinero. ¿Acaso le estaba torciendo la mano? No parecía costarle mucho. El chico era definitivamente fuerte.

Un momento ¿El cantinero estaba retrocediendo? Al final por más que quisiera parecer rudo podía verse que era un cobarde. Observé el dinero cuando el rubio lo deslizó por la mesa hacia mí, y lo tomé, guardándolo en la billetera luego. El chico tenía razón en lo que decía, tenía que irme. Quizás él pudiera contra el cantinero pero yo no tenía chances. Además nunca me gustaron las peleas con otros humanos. No me gusta lastimar a las personas cuando las cosas se pueden arreglar hablando. Pero por supuesto hay gente que no entiende ese concepto.

Salí por el hueco que antes era la puerta, sintiéndome confundido pero agradecido. A fin de cuentas no había estado tan solo esa noche. –Hey- me dirigí al muchacho una vez más -Has dejado sin habla a ese tipo, ¿eh?- me reí algo nervioso -Disculpa, ¿Cual era tu nombre?- saqué una tarjeta en donde tenía mi número de celular –Gracias por… bueno, por todo- le entregué la tarjeta –Si necesitas algo, estaré dando vueltas por allí- Parecía estúpido que le ofreciera mi ayuda pero después de lo que él hizo por mí era lo menos –lo único- que podía hacer.

Maverick atravesó la puerta inhalando la brisa crepuscular que arrastraba un sinfín de aromas embriagadores. El sol comenzaba a ponerse y una sensación desconocida le erizó la piel.  Había algo ahí afuera, mucho más tóxico que un ente bebedor de sangre, que le hacía sentir que estaba en peligro. Sebastián le siguió, haciendo eco de la reacción que había tenido el cantinero, como si el acto de Rick hubiese sido algo heroico. En realidad no había sido más que un puñado de groserías dichas de manera diplomática y un poco de fuerza bruta.
- No es que tuviera mucho para decir. No era más que un chimpancé. - comentó Rick, como si nada.

-Disculpa, ¿Cual era tu nombre? -
Dudó un momento y extendió su mano para tomar la tarjeta que Sebastián le daba.
- Soy Rick. -
–Gracias por… bueno, por todo-
- No fue nada. -

Rick sostuvo la tarjeta en su mano un momento y luego la guardó en el bolsillo trasero de su pantalón, mientras el chico aludía que se mantendría cerca. Aunque parecía ser Sebastián el que necesitaba ayuda, no era para nada inoportuno tener contacto con un cazador. Quizá, alguna vez, podría serle útil para conseguir información sobre aquel que buscaba. Asintió con la cabeza.
- Será hasta la próxima. Ve con más cuidado. -

Le dio una palmada en el hombro procurando no ser muy duro, el chico ya había tenido suficiente. Dicho esto, Rick se dio la vuelta y comenzó a caminar por el costado de la calle siguiendo ese particular aroma que le llamaba la atención. El olor provenía del bosque y, dado que la luna llena se acercaba, estaba dispuesto a averiguar quién se había metido en su territorio; antes de sufrir una nueva transformación.