Locke Irons, The Road So Far

Luego del pacto, las cosas no tardaron en cambiar para Locke. Primero, la posesión llegó mientras el huía a toda prisa de su destino; luego, adaptarse al hecho de ser un receptor no fue nada sencillo, y peor aún, ser receptor de lo que más odiaba en el mundo y no siempre tener la fuerza para cambiar la opinión de la porquería que usurpaba su cuerpo.
Pudo pasar largo tiempo ocultándose mientras aquella cosa hacía sus cometidos, pero no se lo hizo nada fácil. Escapar de sus propios colegas fue casi tan al límite como seguir escapando de los colegas de su nuevo huésped. A eso, se le agregó entonces un peso más: no tuvo mejor idea que debilitarse justo cuando el demonio pretendía robarle a un extraño cazador un artefacto desconocido para él. Luego de dejarlo inconsciente (o al menos eso recuerda de los flash que se le viene a la mente), supo enseguida que tendría tras él a una persona más que peligrosa y no debería dejar rastro alguno si quería mantenerse con vida. El artefacto robado, bueno, eso lo escondería el demonio hasta que se librara o le llegaran nuevas órdenes, porque así era el mundo de Locke Irons ahora, esperaba ordenes del infierno, del lugar al que tanto temía y al que había devuelto incontables bestias, era ahora su centro de mando.
Por otro lado, lejos de la causa de su pacto, Locke no dejó de investigar, siempre que le fue posible, la causa de tantos civiles especiales, y cree acercarse cada vez más a la razón de que existan. Se le es imposible acceder a los conocimientos del demonio que lo habita, aunque sabe que este, de tener información, sería muy escasa e incompleta, pero el hecho de tener a un infiltrado en el bando enemigo, podría suponer una ventaja que podría usar a su favor de encontrar cómo lograrlo. Hasta entones, no tiene más remedio que mantener la esperanza de no llegar demasiado tarde a dar con la respuesta y poder salvar a cuantas vidas pueda. De lo que resta de su indeseable compañero, sólo el destino y la suerte lo dirá.

Las cosas para Locke nunca habían ido de mal en peor, y ahora, más que nunca, podía sentir como tocaba verdaderamente fondo con aquel demonio al cual servía de huésped que le quitaba cada gramo vital de su cuerpo. Sin más designio que el de vagar por las carreteras cumpliendo los mandados y caprichos del infierno en él, decide descansar y hacer reposo en una antigua y olvidada cabaña, pero para su desgracia, no estará solo por mucho tiempo, pues, descubrirá en verdad que los seres sobrenaturales pueden no ser el único peligro asechando a cada minuto que pasa de su tortuosa vida: Alguien más dio con la cabaña en busca de respuesta que tal vez el no pueda responder.